Opinión

Begoñismo y okupación

Alos políticos les pedimos que molesten poco, hablen lo mínimo, saquen las manos de nuestras carteras y resuelvan problemas que solo ellos, en nuestro actual sistema, pueden resolver. Ignoro si existe un ránking de países en los que se respeta más y menos la propiedad privada, pero, de haberlo, España estaría en caída libre, muy particularmente durante este desierto moral que los optimistas llaman sanchismo, si bien lo justo sería llamarlo -con lo que ahora sabemos- begoñismo. 

Hay dos formas de resolver las amenazas contra la propiedad privada. Una es la fuerza, muy útil en la selva, y la otra es la ley, muy útil en los países civilizados. Las leyes las hacen los políticos, y el monopolio de la fuerza, en una democracia, la tiene el Estado, es decir, el Gobierno. De modo que uno de los cometidos más importantes que tienen los políticos en España es impedir que otros nos roben, o al menos, desalentarlos con el suficiente ímpetu como para que a los amantes de lo ajeno se les quiten las ganas.

Ya es difícil que el Gobierno de Sánchez, el gobierno begoñista, impida un robo, cuando a menudo parece más interesado en perpetrarlo, y no me refiero solo a la cuestión tributaria, atraco legal por excelencia cada vez que la juerga socialista llega a La Moncloa, o cada vez que Montoro anda suelto por un gobierno del PP. Pero de todos los robos posibles, quizá el que nos resulta más sangrante, el que más nos angustia, y el que más sensación de pérdida puede causarnos es el de la vivienda. 

La okupación es el típico problema que solo pueden resolver los políticos. Quiero decir que, si en vez de exigirles a los gobernantes más dureza contra los okupas, decides entrar tú con un lanzallamas a recuperar tu propiedad, en vez de un problema, tienes dos. Comprendo a la gente que lo hace, porque la impunidad con la que se mueven los okupas es desesperante, pero al margen de consideraciones y casos individuales, la gran pregunta es: ¿para qué demonios queremos un Gobierno, un Ministerio de Interior, consejerías de Interior, policías naciones y locales, y cientos de altos cargos de seguridad si son incapaces de defender la más elemental propiedad privada, nuestra casa? Peor aún: es tan mala la gestión que, en lugar de acabar con la okupación, no paran de alentarla. 

Tampoco sé de qué me sorprendo. En España, el primer okupa está en la Moncloa, atornillado desde la moción de censura fake, y no tiene aspecto de querer cambiar ahora un Ferrari por un Twingo. 

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