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Vacaciones en Francia

No merece la pena visitar París. Al llegar tendrás la sensación de haber estado antes. La culpa la tiene la gente, que se pasa el día subiendo fotos de Francia a las redes sociales. Me di cuenta de la gravedad del asunto la última vez que estuve frente a la torre Eiffel y comprobé que cientos de turistas trataban de hacer doble clic sobre ella. Instagram está haciendo mucho daño.

UN POCO DE HISTORIA

Se trata un país muy interesante y las calles de sus principales ciudades albergan numerosos atractivos para los turistas. En particular, en lugares como París, se pueden visitar dos tipos de monumentos: los que son demasiado antiguos y los que conmemoran haber decapitado a miles de personas. Cosas de la revolución.A diferencia de Grecia, Francia tiene la ventaja de que las cosas no están rotas, así que tienen la suficiente solidez como para que puedas colgar cientos de candados del amor sin peligro de que sea caigan los puentes o las murallas.

La historia de Francia se resume en un montón de franceses haciendo cosas y en eso se diferencia bastante del resto de los países. En España, durante la mayor parte de la historia, nadie hace nada particularmente importante, excepto dormir la siesta, escribir y otras artes menores, y buscar la manera de irse a la playa. Los franceses en cambio, son más graves y responsables. De pronto se enfadaron y tomaron la Bastilla y corrieron ríos de sangre, pero ellos están convencidos de que hubo que hacerlo por una buena causa: que los alumnos de bachillerato tuvieran una batalla realmente interesante que estudiar.

Desde entonces hasta hoy la historia de los franceses carece de interés, si exceptuamos tres o cuatro cosas que ahora mismo no recuerdo; pero si paseas sus calles estoy convencido de que lo encontrarás todo lleno de placas conmemorativas. Nuestros vecinos acostumbran a atribuirse todos los éxitos, incluso los suyos.

LA COMIDA

En la cuna de la nueva cocina cada restaurante es un pequeño museo. Cada plato, una obra de arte. Y esto es todo lo que necesitas llevar en la cabeza para conseguir alimentarte con éxito en Francia. Eso y una buena tarjeta de crédito. Mi consejo es que, si vas a visitar los restaurantes más modernos y prestigiosos, por si las moscas galas, lleves en la maleta varios paquetes de galletas de chocolate.

LA BEBIDA

El vino francés tiene fama en todo el mundo. Incluso cuando tengas la sensación de que has salido del restaurante sin comer, seguro que habrás pasado un buen rato dejándote la billetera en un par de vinos que merecen la pena. Lo único terrible del vino francés es que, después de todo, se acaba. Y eso es un drama que ni siquiera los aplicados franceses, verdaderos halcones del turismo europeo, pueden solucionar fácilmente.

LAS FRANCESAS

Los turistas masculinos gozan de una gran ventaja sobre las turistas. Los franceses no ocultan ningún tesoro especial, salvo su condición de franceses, y por tanto, una incontenible tendencia a esa arrogancia que hace del mundo un lugar peor. Ahora dirán que ya estamos con los tópicos. En efecto, ya estamos con los tópicos. No obstante, los chicos que visiten Francia disfrutarán del mejor de los
premios que el turista puede recibir: en lugares como en París, del arte rebosa de tal manera, que es posible ver a los monumentos pasearse por las calles. Hasta puedes acercarte e intentar hablarles. Se llaman Jasmine, Valérie, o Gwendoline y dice la leyenda que duermen en los sótanos del Louvre. Son las francesas.

LOS RICOS

Hay un montón de ricos en Francia y están todos hacinados en los principales puertos deportivos de la Costa Azul. Hay más jeques por metro cuadrado en el puerto de Cannes que en cualquier país árabe. La visita al epicentro del glamour europeo debe hacerse en verano, con prismáticos, y cuaderno de naturaleza. Las diferentes especies de ricos, semi-ricos, y estafadores de diverso pelaje, se mezclan aquí entre el lujo y carísimas botellas de champán. Se estima que cada diez segundos se descorcha un vino caro en un yate de la Costa Azul, por lo que los médicos recomiendan caminar por el puerto tapándose la cara con una mano.

El mar es el Mediterráneo y eso quiero decir que es de adorno y está domesticado. La última ola avis- tada en la Costa Azul data de comienzos de siglo, cuando este articulista intentó hacer la bomba en una playa valenciana, provocando una retirada de aguas con posterior tsunami en todo el Mediterráneo francés e italiano y causando inundaciones en gran parte del norte de África.

Una de las cosas que más llama la atención a los que no acostumbran a visitar esta esquina del planeta, es que muchos de los arenales de la Costa Azul son privados. De todos modos, merece la pena pagar, al menos la misma cantidad que pagarías en la puerta de un acuario con peces de colores. No olvidemos que Cannes es el único lugar del mundo en el que puedes darte un baño en compañía de una treintena de clones de París Hilton, aunque no estoy seguro de que esto sea una razón para visitar la Costa Azul.

MONUMENTOS QUE TIENES EN EL SALÓN

Los franceses son pioneros en la puesta en marcha de un lucrativo mercado de miniaturas. Sin saber muy bien por qué, todos contamos con decenas de miniaturas de monumentos y esculturas de lugares en los que jamás hemos estado. La réplica de la Torre Eiffel es quizá tan popular como la sevillana y el torero de barro del sur de España. Pero también es frecuente que crezcan por remotos armarios de tu hogar pequeños Arcos del Triunfo o incluso algún que otro museíto de Louvre. Según mis propias estimaciones, la mayor parte de los españoles, además de millones de ceniceros con la leyenda ‘Estuve en Calpe y me acordé de ti’, tienen toda Francia en vitrinas desperdigadas por casa y no lo saben. Cómo llegan las miniaturas francesas a nuestras casas es uno de los grandes enigmas de la historia de la Humanidad. Lo único seguro es que los franceses las cobran a precio de oro; es decir, a precio de café con leche. 

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