Opinión

CIENCIA Y FE EN DIÁLOGO

Antes de ser conocido como Benedicto XVI, J. Ratzinger mantuvo un interesante y profundo diálogo con el filósofo J. Habermas, miembro eminente de la Escuela de Fráncfort. El tema: la situación de la religión en el mundo contemporáneo. Un encuentro, cuando menos, curioso: el entonces cardenal pasaba por ser el brazo teológico de la fe cristiana, y el filósofo era considerado como el pensador europeo más influyente de nuestro tiempo. Dos intelectuales alemanes, en suma, de gran peso y generacionalmente muy próximos, cuya única afinidad aparente podría ser su crítica, aunque por razones distintas, al relativismo posmoderno. Muchos comentaristas interpretaron esta cumbre como un significativo acercamiento de la filosofía social contemporánea a las fuentes culturales de la fe. Un acercamiento comprensible en el fondo, ya que la filosofía tradicionalmente siempre se ha enriquecido con el contacto con la filosofía y viceversa, pero no tan evidente en los últimos tiempos.


En efecto, en la primera Ilustración, la experiencia religiosa fue simplemente despachada como ideología, falsa conciencia o mera superstición irracional. Por otro lado, aguijoneado por dos terribles guerras mundiales, el siglo XX que empezó sacando las últimas consecuencias de la 'muerte de Dios' terminó desembocando en un postmodernismo en su liquidación indolora de lo trágico como ignorante de lo que estaba en juego. Lo que en las generaciones ateas o agnósticas llegó a ser una dramática y tensa confrontación personal con el problema religioso, terminó convirtiéndose en indolente indiferencia.


Por todo ello, los argumentos esgrimidos por Habermas para complementar su moralidad posconvencional, dialógica y democrática con la experiencia religiosa son muy sintomáticos. Pues, a falta del sostén de la fe ¿qué será capaz de motivar a los ciudadanos laicos y posmetafísicos e individualistas de nuestro tiempo a participar en política o a sacrificar algo de lo propio en aras del interés común? Es decir, la sequedad de la razón justifica, pero no agita ni motiva. Lo curioso de este diálogo de alto nivel conceptual y de pulcra argumentación es que, pese a sus comprensibles diferencias ideológicas, tanto Habermas, el pensador contemporáneo que más se ha esforzado en desarrollar una argumentación no metafísica de los valores ilustrados, como el futuro papa Benedicto XVI mostraron su acuerdo en la necesidad de compensar los abusos de la racionalidad con la búsqueda de sentido de la fe y de levantar puentes entre ambas

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