Casi todos estamos de acuerdo en que el mundo en que vivimos debemos cuidarlo, especialmente en estos años en que la población ha aumentado y que la tecnología nos proporciona elementos que si no tenemos cuidado perjudican al medio ambiente, aunque nos han dado una prosperidad y un bienestar que la humanidad nunca había alcanzado, siendo un medio formidable para facilitar el alcance de metas y objetivos que nunca nos imaginaríamos. Pero al mismo tiempo, en estos momentos de crisis, son un arma de doble filo que pueden perjudicar a otros y mucho.
No voy a remontarme a la época de los cobradores de las diferentes facturas, que casi eran de la familia, que periódicamente venían a cobrarnos la luz, el agua e incluso los pagos aplazados, sin olvidarnos de los entrañables serenos que de algún apurillo nos han sacado. He retrocedido mucho en el pasado, lo hice conscientemente, ya que por aquella época, por un proyecto que realicé, trabajando en una multinacional, 35 puestos de trabajo fueron sustituidos por una máquina.
Lo traigo a colación porque el otro día, que tenía que realizar un viaje a Madrid en el Alvia, entré en el ordenador para obtener el billete y, cuando ya había introducido todos los datos incluidos los de la tarjeta de crédito, paré, pensé que unos días antes había leído que se cernía sobre ADIF un ERE, apagué el ordenador y me acerqué hasta la estación, y allí, sin colas, obtuve el billete al mismo precio. Posiblemente sea un gesto que no sirva para nada, pero ¿nos damos cuenta de que ahora realizamos todo nosotros?
El futuro está ahí y no lo vamos a cambiar, la historia es implacable. ¿Si el billete de transporte cuesta lo mismo, si en la gasolinera no nos rebajan nada por abastecernos, entre otros muchas cosas? ¿Por qué no lo hacemos?, así ayudaríamos a los que más sufren la crisis, los trabajadores, parados, jubilados y jóvenes sin empleo. Retrasemos lo que va venir, la sociedad del conocimiento, mientras nos preparamos para los nuevos puestos de trabajo.
