Opinión

“Se tu m’ami, se sospiri”

El ángulo inverso

VIERNES, 2 DE DICIEMBRE

Cielo santo. Como ciertas noches en que yo andaba perdido por la ciudad, hará poco más de una semana, hacia las tres de la mañana timbré a su puerta. Llovía a cántaros. No preguntó nada, sólo dijo: “Te abro, sube”.

Abrió y allí estaban sus ojos acogedores y sabios. También su sonrisa cálida. Sólo me dijo: “Siéntate, Jaime, te voy a calentar una buena infusión que sin duda te confortará”.

Me resbala una lágrima al recordar. Enseguida desalojó los trastos que estaban en el largo sofá cama. Extendió lentamente una sábana, después la otra. Tardó un poco en encontrar un vistoso cobertor, quizá mejicano. Terminó la faena colocando con delicadeza una suave almohada.

Los que lo han conocido saben que era así. Cuento la anécdota de esa noche “Traes muy mala cara, Jaime. Te voy a poner una nana. ¿Qué quieres escuchar?”. Me vino a la cabeza una vieja canción de The Doors que  grabaron allá a finales de los sesenta, “Spanish Caravan”. Buscó aquí y allá en su amplia colección. Dio por fin con una versión de un grupo español, “Caravana Española”. Un poco provocativo y desafiante me espetó: “¿A que no conocías esta versión?”. Un poco avergonzado le dije: “Pues no”. Responde él sonriendo: “Es de una banda cordobesa que sin duda conoces, Medina Azahara. Mira que llevan años alegrando vidas, y hasta actuaron aquí en Ourense. Te pillé ¿eh?”.

Era la una cuando salimos juntos de su casa. Pero antes de abrir la puerta, se acercó a la foto de su madre que tenía en un lugar privilegiado y, como siempre con ternura, le envió un beso.

Esta fue mi última noche con él. A él no le gustaría que le diera mucho jabón. Pero es inevitable escribir que era solidario, combativo, rebelde, inteligente. Y enamoradizo. Decía de sí mismo: “Soy un eterno adolescente que vive con intensidad”. Sus colegas dicen que en los juzgados era certero como la flecha, sagaz, meticuloso, siempre con un as en la manga. Siempre estuvo al lado de los desvalidos a los que defendió con pasión y gratuitamente. Sergio solía decir: “Mi hermano tiene alma de artista”.

Amaba mucho su ciudad, conocía todos sus rincones, tenía pasión por la Xeración Nós. Una tarde estábamos en un café hablando de la ciudad, recuerdo que me dijo: “Leyendo a fray Luis de León, encontré un verso apenas conocido: ‘Dichosos los que baña el Miño”. También afirmaba: “Cuando estoy mal, desaparezco”. A veces discutíamos, pero después nos dábamos desesperadamente a la esperanza. Y bebíamos en silencio.

Qué dura es la vida a veces. Ángel P. Huete, ya no te veremos caminar con tu estilo dandi, impecable, de negro, siempre fiel a tus perpetuas gafas Ray-Ban negras. Ya no escucharé tus habituales problemas con tus novias, siempre a la búsqueda de ella, mitad sueño, mitad mujer. Ya no me contarás de los demonios que pueblan la noche.

El último mensaje que me envió pocos días antes de fallecer me dejó muy conmovido, me pidió que no viese el Mundial: “Es más importante defender los mínimos derechos humanos que mi vida.    Vámonos todos (del Mundial de Qatar). La vergüenza de permitir ablaciones de clítoris, humillación y sumisión a las mujeres, ahorcamiento de los homosexuales, explotación, esclavitud laboral. Es insoportable”.

Me cago en la puta, Ángel, no he cumplido contigo, he visto partidos de Qatar. Pero te juro que desde ahora no veré uno más.

(En su despedida hubo poemas y sonó su canción: “Se tu m’ami, se sospiri”. Dejó recado: “Recordadme con amor, humor y alegría”).

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