Opinión

Músicos del Hades

Hermano lector: verano, vienen las fiestas y vienen los míos. Voy a escribir algo rockero. Claro que sí. El miércoles 28 la Praza Maior va a padecer de incendio de corazón. Actúan los Burning. Hasta los espectros que habitan la plaza moverán sus caderas con Calpurnia.

Cuántas noches de excesos y amaneceres mojados. Qué importa que algunos miembros de la banda ya no estén. Amaron vivir de prisa, caminar por el lado salvaje y tener un bello cadáver en el ataúd.

Era el 9 de mayo de 1997. En la desolada habitación del hospital yacía el más querido, el guitarrista Pepe Risi. A su lado algún amigo, los padres y el último vivo de la banda, el teclista Johnny Cifuentes. De pronto Pepe llama en un susurro a Johnny, que acerca su oído y escucha: "Júrame que aunque no esté yo, los Burning seguirán en la carretera". Y así fue, hermano. Los músicos que buscó el superviviente parecen la reencarnación de los que no están.

Algunos días pienso que, en secreto, el músico bajó como Orfeo al Hades. Y los dioses, conmovidos por su música, le permitieron regresar con ellos aunque con el rostro mudado.

Fulgurantes imágenes de los 80. Madrid era algo cercano a una bacanal. Qué vértigo. Antes de un concierto, el alcalde proclamó en el escenario:"Rockeros, el que no esté ‘colocado’ que se 'coloque'... y al loro". Cómo no íbamos a querer, los jóvenes de aquel Madrid a nuestro alcalde contestatario, el viejo profesor Tierno Galván.

Más ráfagas por mi mente. Madrugadas urbanas. Dentro de mi guarida, en la calle Piamonte, escucho la voz cascada de Antonio, el cantante, que tampoco está ya. Lo veo de nuevo, ahora con nitidez, tres chicas colgadas de su cuello. Abro la puerta. Todo puede suceder. Los vecinos aporrean la pared. Antonio sale a la escalera. El follón es grande: "Vengan, vengan, están ustedes invitados a la fiesta".

Ciertas noches entro con la banda a la discoteca Alex en la Plaza de Santo Domingo. Al verlos, el disc-jockey pincha uno de sus discos. Estamos en la barra. Son los Burning y la "casa" invita. "¿Cual te gusta 'tío Jaime?" , me dice Pepe sonriente. Eran tiempos inocentes y pletóricas chicas de barrio. Créeme, Pepe señaló a una chica que bailaba en la pista y que me había fascinado. A su gesto, "ven", ella estaba allí para mí.

Cómo no los voy a querer. Santiago, 1983. Presento mi libro "Extraños en el escaparate". A mi llamada, los Burning subieron a su furgón. Actuaron en Compostela y me ayudaron en la promoción. ¡Ay!, también cantó la inolvidable Loren, la verinense que era la reencarnación de Janis Joplin.

No me olvido del lado oscuro y de días de mal fario del Madrid de la movida. Todos andábamos “colocados”. Acompaño a Pepe Risi al barrio de La Elipa. Vamos a ver a su camello. Ninguno llevábamos “guita”. El cabrón no nos quiso fiar. Pepe llevaba su guitarra al hombro. El “fulano” propuso negociar: "Dame la guitarra y te doy mercancía". Miré el rictus crispado de Pepe que le espetó: "Eres un hijo de puta, darte mi guitarra sería como darte mi alma".

(Amigo, anota en la palma de tu mano que tienes una cita con los Burning en la Plaza Mayor. Si eres de mi generación, rescata el viejo cuero y la camisa que compraste viendo a los Stones. Y si eres de la nueva camada, vente y abre bien ojos y oídos: descubrirás eso tan olvidado que se llama "ser auténtico". Te espera Johnny Cifuentes, un tipo de ley, y los suyos.)

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