Opinión

Te dejé marchar

Lo vi entrar en el Frade como una lágrima. Cuentan los sociólogos que en las grandes ciudades existe ya la profesión de “escuchador”. Hay por ahí mucha gente tan solitaria y amargada que busca con desesperación alguien a quien contarle sus heridas. Los “escuchadores” los intuyen en las barras de los bares, se les aproximan, entablan conversación y escuchan silenciosos los males que les acosan. A veces hurgan en sus heridas mientras beben gratis para que el dolorido sepa que están atentos.

Algunos, más descarados, a mitad de conversación les revelan su condición y su experiencia para dar consejos. Cierto, tienen el ojo clínico de los médicos de antaño. Suelen acertar. Al fin, son psicoanalistas de barra de bar. La verdad es que es una buena profesión para estos tiempos de paro y hay poca competencia. A veces cobran. Lo cierto es que el hombre entró en el local como una lágrima. Yo no soy escuchador pero al fin mi profesión es contar historias. Así que, paciente, le presté toda mi atención.

“Ella estaba a mi lado. Eran las tres de la mañana en la habitación de un hotel. Maldita canción ‘Te dejé marchar’. No cesa de visitarme. Ella estaba ante mí con su aura de pitonisa. A veces me sucede. Sabes, te paralizas como si tu mano no pudiese alcanzar una manzana del árbol. No fui yo, amigo, te lo juro. Fue alguien que me habita, un huésped que entró en mi mente, como un ocupa. ‘Buenas noches, hasta mañana’, dijo alguien por mí.

”Enseguida el maldito estribillo ‘Te dejé marchar’. La imaginé atravesando las calles desiertas de la ciudad. Mira que todo era tan sencillo. No había que decir nada. Al oír el ascensor en que bajaba me golpeó la imagen bíblica: ‘Detente Abraham’. No abrí la ventana ni grité ‘Regresa, te lo suplico’.

”Había sido un buen día. El concierto. Sortear al menos a tres hombres que la acosaban. Fue la única vez que la vi alterada, casi grita: ‘Estoy cansada de estar callada’.

”El psicoanalista me espetó: ‘Hafefobia’, ese es tu mal. ¿Sabe?, una vez me dijo esa mujer: ‘Es cansino cómo te persiguen los hombres’. Esa frase me hizo pensar. Decidí: ‘No seré yo de esa fauna que busca lo mismo en una mujer’. ¿Lee usted a Camus? Dice: ‘Esas cosas son humanas, demasiado humanas’. En una ocasión una mujer me dijo: ‘Tú quieres hacer el amor con el cerebro y eso no puede ser’. Me da vergüenza contárselo: no hace tanto, una chica no cesaba de provocarme en un antro de la noche, venga a rozarse bajo la mesa, no me inmuté y ella me dijo con tristeza: ‘Lo que te sucede es que tienes quinientos años mentales’.

”Pero volvamos al psicoanalista, y bebe conmigo, amigo. Aquel doctor mirando por encima de sus lentes me hizo la pregunta, la gran pregunta ‘¿Acaso no te abrazaron de niño?’. Tuve un flash: un niño permanece inmóvil ante alguien al que quiere. Espera. Espera. Sólo oye: ‘Vete a jugar a la calle’.

”Buenas noches, hasta mañana’, se escuchó en la habitación desolada del hotel. Recordé mi cita favorita de Plutarco: ‘Ay, despreciar la envoltura humana y volar en las alturas, muy por encima del tiempo’. Conque allí estaba solo, sentado, como una estatua. ‘Te dejé marchar’ sonó en mi mente como el disparo de un revólver con silenciador.

”Fue extraño, qué soledad sentí. De pronto, los rostros de las mujeres que amé me visitaron. Recordé a Ana, otra vez la parálisis. Se lo cuento, tuvo gracia cómo salí del paso: ‘Lo siento Ana, pero me viene a la cabeza la imagen de mi mujer y mis hijos’. Ah, Julia, qué será de ella. Se despedía siempre así: ‘Eres mi amante lírico”.

(Así que estoy en el Frade con mi nuevo amigo que me mira afligido. Qué le voy a decir, pensé. Quizás lo mejor sea beber los dos en silencio. Ay, nunca se sabe en qué recodos del camino aguardan a cada hombre sus errores. Ya íbamos por el cuarto bourbon y decidí hablarle de la máquina. El prospecto dice: “Tiene en sus manos la máquina portátil. Quizás el tiempo de amar está clausurado. La utopía ha llegado. Conecte los electrodos a su mente. Pulse usted botón: La descarga sexual es más placentera que con un ser humano. Todo aséptico, evite las viejas artes de la seducción. Seleccione en los mandos: Amor físico / Romántico / Sado / Masoca / Otros. Evite toda la bazofia sentimental, que le digan por ejemplo: ‘No siento nada’. La máquina es tan perfecta que sus manos eléctricas le cubrirán como una madre si tiene frío en la noche”.)

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