Opinión

Ante todo fidelidad

Cuenta la historia que en una de las primeras conferencias episcopales españolas, un grupo de prelados pretendía unirse para protestar al papa por el cese del obispo canario Antonio Pildain y Zapiain (Guipúzcoa, 17 de enero de 1890 – Las Palmas, 7 de mayo de 1973), cargo que ocupaba desde 1936. Su pontificado ha sido el más largo en la historia de la diócesis y está considerado como uno de los personajes más relevantes de Canarias durante el siglo XX. También fue diputado en el Congreso desde 1931 a 1933. 

Según parece, había sido un cese fulminante que a algunos prelados de entonces les pareció improcedente y por ello pretendían protestar. Pildain andaba mal de oído, pero cuando se dio cuenta de lo que pretendían ese grupo de obispos, cuentan que de repente se levantó y con el solideo en la mano con tono enfadado dio un golpe en la mesa y pronunció una frase histórica: “¡Contra el papa, nunca!”. y Ahí acabó aquella célebre discusión.

Pues bien, estamos pasando por unos momentos en los que desde algunos sectores de la Iglesia parece que pretenden ir en contra del papa Francisco. Una señal de infidelidad inaceptable para un católico. Y en concreto, algún obispo e incluso algún grupo de la archidiócesis primada de Toledo. Ya ha ido a Roma el arzobispo primado porque, con los tiempos que corren, lo más necesario de la unidad, la fidelidad en torno al sucesor de Pedro.

Porque, sea el que fuere, tiene la ineludible misión de enseñar, regir y gobernar, y para ello ha sido elegido. Si somos capaces de leer la historia de la Iglesia, comprobaremos que nunca ha habido dos papas iguales. Cada uno debe ejercer su ministerio con total libertad y según su criterio y la obediencia sigue siendo una virtud a tener en cuenta. Ya desde la cruz, san Francisco Blanco del Tameirón respondió a quienes le preguntaron cómo iban a saber si los que vengan son verdaderamente católicos. Respondió contundente: “En la obediencia al papa”.

Como es obvio, la diferencia entre los sucesores de Pedro ha sido muy variada. Acabó el pontificado de Benedicto XVI, plagado a alta teología, y ahora el papa Francisco es diferente, fijándose más en lo pastoral, en el cada día. Debemos aceptar su criterio de cambiar la Iglesia si es que deseamos seguir en ella. Vemos por ejemplo cómo los nombramientos son de un estilo diferente, distinto y el ritmo eclesial va por otros derroteros. Si nos fijamos bien, pretende un colegio cardenalicio más universal y muchísimo más joven y sobre todo más cercano al pueblo, que es lo que en realidad engrandece a la Iglesia. 

Es impensable para los críticos que el papa Francisco deje a un lado diócesis otrora con mucho renombre y eleve a la púrpura a prelados que, según él, representan de mejor manera a todo el mundo. Y eso nunca debiera llamar la atención de los críticos porque debieran recordar que la catolicidad de la Iglesia que tanto gustaba a san Pablo es fruto de la universalidad, que sigue siendo una de las notas de la Iglesia: “Santa, Católica, Apostólica y Una”.

Por eso personalmente me contraría cuando oigo voces críticas contra este papa. Nos puede gustar más o menos pero ¡es el papa!, a quien debemos seguir desde el cariño y el afecto pero sobre todo desde la fe que a todos nos une y nunca debiera romperse. Nunca se trata de ir cada uno por su lado, antes al contrario, al unísono, porque somos todos miembros de una misma barca cuyo jefe es el romano pontífice y, en este caso, nos guste más o menos, es el papa Francisco.

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