Opinión

Cambio interior

En el tiempo de Adviento, tres son los personajes fundamentales: Cristo, María y Juan el Bautista. En este domingo se nos presenta al primo de Jesús, el Precursor, el Bautista, seis meses mayor que Él, como el personaje que prepara el camino, y veinte siglos después sus palabras nos ayudan a disponer el corazón para el gran Nacimiento.

San Lucas, debidamente informado, aprovecha la narración para situar histórica y geográficamente las enseñanzas del Precursor, aun cuando aquellos coetáneos tenían presentes los hechos porque la figura del Bautista surge en un ambiente de gran expectación mesiánica y todas sus palabras hacían pensar a la gente que la llegada del Mesías, Salvador de Israel, era inminente.

Las palabras de Juan Bautista tienen, aún hoy y aquí, una perenne actualidad: es la llamada a la conversión. Cambiar el estilo de vida nunca fue exclusivo de una ápoca concreta. Si así fuese carecerían de sentido las palabras de Lucas. Ocurre que a veces identificamos la conversión con antiguas prácticas y flagelaciones. Porque atrae lo llamativo y nos cuesta entender la callada rectificación interior y personal.

El historiador Flavio Josefo nos recuerda que antes del Bautista aparecieron unos personajes que se autoproclamaron enviados de Dios, visionarios, de cambios externos sobre todo politicos. Juan Bautista habla del perdón de los pecados y nunca del cambio de estructuras políticas y de agitadores de masas. Por eso Jesús dirá de él: “No hay otro mayor que él, entre los nacidos de mujer”.

Porque la raíz de la auténtica revolución está en el interior de la persona. Si mejoramos cada uno de nosotros sin duda mejorará el ambiente que nos rodea. Si cada uno vive la justicia, la sociedad será más justa. Y así se comprende que la caridad, bien entendida, comienza por uno mismo.

Podemos comprobar como los papas han pasado y pasan a la historia tanto por su doctrina como por su testimonio itinerante y cercanía a los pueblos, sus jóvenes y sus pobres. Sigue habiendo en nuestro mundo personas que de manera callada, pero eficaz, son capaces de transmitir ese mensaje claro que el Bautista proclama.

Pero es necesario recordar que esa fuerza interior que lleva a tantos creyentes a dar el paso del testimonio nace de una vida interior cultivada en el silencio de la oración y el recogimiento. Posiblemente a aquellos que desconocen el verdadero mensaje cristiano les cueste entender el valor inestimable de la vida de oración. La gran mística y doctora de la Iglesia Teresa de Jesús de Ávila lo dejó muy claro: “Quien no dedica un cuarto de hora a la oración, no necesita demonio que lo tiente”.

Tanto el profeta Isaías como el Bautista repiten la misma idea: “Preparad el camino al Señor”. Dios se quiere servir de nosotros, nace de la Virgen y pide nuestra colaboración para llevar a cabo su tarea redentora. El Adviento anima a mirar a nuestro interior para convencernos de nuestra indignidad y rectificar en cada momento de nuestra vida.

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