Opinión

Para los casos difíciles

Desde el pasado día 24, fiesta de nuestro patrón S. Francisco de Sales, hasta el 31, fiesta de D. Bosco, la Familia Salesiana celebramos días muy señalados. Ante tantas y variadas polémicas sobre los sistemas educativos y la misma pedagogía a llevar a cabo, bien estaría recordar las innegables dotes de pedagogo y de líder que tuvo el santo de Turín (1815-1888). Basten dos datos significativos: la fundación de la Obra Salesiana y los métodos empleados.

El 8 de diciembre de 1841, Don Bosco estaba preparándose para celebrar la misa y el sacristán, Camotti, estaba peleándose con un chico muy travieso: "¿Qué vienes a hacer en la sacristía? ¡Márchate de aquí!" Y comienza a golpearlo. 

- ¿Qué haces? ¡Deja a ese niño! -le grita Don Bosco-. Ven, ven aquí. No te haré nada. ¿Cómo te llamas?

- Bartolomé Garelli. Soy aprendiz albañil, tengo 16 años y no tengo ni padre ni madre.

- ¿Sabes leer? ¿Escribir? ¿Recuerdas las oraciones y el catecismo?

- Soy mayor, se burlarán de mí y no me atrevo. Me da vergüenza.

Terminada la Misa, Don Bosco le dice: "¡Bien!, recemos una Avemaría. Dices que no sabes leer ni escribir ni recuerdas las oraciones, ¿sabes silbar?".

-¡Oh, eso sí! -responde Garelli con una amplia sonrisa-.

Don Bosco le compromete a volver el domingo siguiente. Cumple y vuelve con una decena de jóvenes de unos 15 años, casi todos albañiles como él.

Si los jóvenes encontraran quien se preocupara de ellos, les asistiera y acompañara, buscara colocación con buenos patronos, visitara durante la semana, llevarían una vida honrada, y serían buenos cristianos y honrados ciudadanos. Don Bosco planeaba una revolución con esos muchachos abandonados y ante sus métodos para algunos había perdido la razón. El padre Borel le sugirió que redujera su actividad, el Marqués de Cavour le advirtió que estaba perdiendo el tiempo, y otros querían llevarlo a un psiquiátrico. 

En 1885 se presentó al director de la cárcel pidiendo permiso para llevar a los presos de excursión desde el amanecer a la noche. El director quedó estupefacto y Don Bosco contestó: "No se escapará ninguno". El director le dijo: "¡Imposible, Don Bosco!". Fue al prefecto de policía y, enterado del caso, le pareció tan inaudito que ni se molestó en discutir. Visitó al ministro del Interior, buen amigo suyo, a quien le hizo gracia la propuesta pero aceptó con la condición de que les acompañaran unos guardias. D. Bosco le contestó: “Excelencia, renuncio a mi excursión antes de ir escoltados por los carabineros”. El ministro después de una reflexión le dijo: "Vamos a cometer una locura. Se juega la libertad y yo el ser ministro. Realice usted el paseo". Eran trescientos y llevaron un asno con las provisiones. A mitad de camino se echaron al hombro los sacos y obligaron a Don Bosco a cabalgar regresando todos sin faltar ni uno. El ministro quedó atónito viendo cómo a trescientos presidiarios un sacerdote hubiera podido guardarlos. 

Eso y mucho más hizo el fundador de la Familia Salesiana.

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