Opinión

Una cosecha prevista

En el verano de 1969 estuve por primera vez Cataluña y, de aquella visita y tras la subida a Montserrat (algo que nunca dejo cuando allá vuelvo) me convencí de una siembra de la que ahora se recogen los frutos. De aquella montaña sagrada y sobre todo de sus moradores deduje muchas consecuencias. Allá, al lado de la Moreneta, gobernaba el abad Cassiá Just gran seguidor de Escarré al que, burlando al franquismo, introdujo, ya cadáver, en el Monasterio referente ayer y aún hoy para todo el catalanismo.

Después la "anécdota" de la barretina aireada por Pío Cabanillas que allí dejó, con ese gesto, de estar en el descanso de la escalera y abandonar su galeguidade, para encaminarse claramente hacia la siembra. Después Tarradellas, a quien incluso se le nombró marqués y quien el 23 de octubre de 1977,tras ser nombrado presidente por Adolfo Suárez, desde el balcón de Palacio de la Generalitat gritó a la multitud concentrada en la plaza de Sant Jaume la famosa frase "Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí! ".

Todo un cúmulo de cosas bien adobadas con los planes de enseñanza incluidos estudiadamente. Y todos tragando, aguantando y contemplando como un nacionalismo radical se atrincheraba e iba a más y con el que incluso miembros cualificados de la Iglesia se fotografiaban incluidos Cassiá Just en las actos de Esquerra o el mismo obispo Deig Clotet mano derecha del arzobispo tarraconense Pont i Gol. Nadie en este país desconocía la influencia de la abadía benedictina en la política catalana con la mirada hacia otra parte incluso del Cardenal Jubany.

Entonces, con aquel caldo de cultivo, con aquella estudiada siembra y aquel reiterado riego las consecuencias son lógicas. Nunca Cataluña tuvo tanta autonomía ni tantos privilegios y pese a ello y los mimos, nunca reconocidos por ellos, siempre han querido más. Con gobiernos minoritarios en Madrid reiteradamente el ínclito y "ex-honorable" Pujol se cansó de repetir "España nos roba" y visitó una y otra vez La Moncloa en busca de más "pelas" que es de lo que se trataba.

Y ahora ¿qué? Un incierto futuro que nunca va a ser bueno ni para unos ni para los que, en virtud de esa siembra, esperan a un Godot que sin duda nunca llegará. Incertidumbre de la que ya habló en su día el difunto padre de la Carta Magna Gregorio Peces Barba. Y más incierto todavía después de un liderazgo, el del señor Mas, que se ha metido en un berenjenal del que le fue difícil salir por su obcecación pertinaz ante un Rajoy al que, tras haber jurado su cargo y la Constitución, nunca le va a quedar otra que defender la unidad, al igual que al ejército, custodios ambos de esa unidad.

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