Opinión

Despropósito

 

En realidad tengo mis serias dudas para la calificación de ciertos hechos o palabras proferidas en público e incluso en los medios de comunicación. Me queda la esperanza de que una cosa es el pecado formal y otra bien distinta el material, aun cuando éste al menos sea una grosería ofensiva. La respuesta la dio en TV cierto diputado. Me estoy refiriendo a ciertas frases contra Dios a las que los cristianos llamamos blasfemias. Aquellos personajes que las pronunciaron y volvieron a repetir dicen basarse en la libertad de expresión.

Mire usted, me atrevo a decir, bien la libertad de expresión, pero nunca llegando a los extremos a los que pretenden llegar. Porque su libertad acaba en donde termina la mía: libertad de movimiento, ideología, estado social, religioso o cultural. A lo que podríamos añadir que aunque todos somos iguales existe una gran diferencia entre pegarle una bofetada a un amigo y hacer lo mismo a la primera autoridad de la nación. Hay diferencia, aun siendo los dos graves.

Pero, además, y en ello insistía el diputado que le respondió, saben con quién lo hacen y a quién ofenden. Ya lo hemos dicho aquí hace tiempo. Imaginen que en vez de meterse con el Dios cristiano lo hiciesen con Alá… Ya vemos como acabó aquello en la revista francesa. El cristianismo tiene la doctrina de la otra mejilla y sobre todo aquella frase del Huerto de los Olivos: “Mete la espada en la vaina…”, le dijo a Pedro. Y lo saben muy bien quienes ofenden y por eso lo hacen.

La “cristianofobia” se está imponiendo en algunos paises de una manera feroz. Se practica y promueve la comprensión, tolerancia, acogida, hermandad, cariño y caridad con todas las religiones, permitiendo que convivan en medio de nosotros y levanten sus templos. Pero con el cristianismo, cualquier paso que se dé se examina con lupa hasta el más sofisticado examen.

Por ejemplo. si nos fijamos en la Semana Santa, con tanta tradición en pueblos y ciudades, vemos que incluso se le quiere poner el nombre de vacaciones “de primavera”. Y en el colmo del despropósito quiere impedirse la salida a la calle de las procesiones. Y todo amparados en la Ley de Memoria Histórica. Memoria, por supuesto, para un lado mientras se olvida el otro lado.

Es muy trsite el panorama cuando se hace caso omiso ante los miles de cirstianos que en nuestros días pierde sus vidas por serlo. Alguien ha apuntado que actualmente se matan más cristianos que en tiempos del imperio romano en el Coliseo. Es la realidad que algunos ocultan o al menos nada dicen como si la carne de cristianos fuese de ínfima categoría. Se condenan las muertes que sufren otras organizaciones religiosas o políticas, pero nada se dice apenas de los creyentes que están, siguen, dando sus vidas por su fe en Jesús de Nazaret.

Un triste espectáculo tantas veces ignorado e incluso justificado con lamentables silencios.

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