Opinión

El envase y el contenido

He recibido en el WhatsApp una idea que me ha gustado. Dice: "Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto. Vivimos en la cultura del envase que desprecia el contenido". En el fondo, es una crítica a vivir de apariencias, donde importa lo que tienes antes de lo que eres y vales. Hace muchos años -y creo que ya conté aquí la anécdota que viví de cerca- visitaba junto con mi querido y recordado párroco Don Jesús Pousa a una familia de A Ponte. Allí estaba la abuela ya anciana y escandalizada porque su nieto tenía el pelo largo y se había dejado barbas. Nos expresó su escándalo porque en aquel entonces aquella moda era poco común y la achacaban a Fidel Castro.

Don Jesús se volvió al chico y le preguntó: "¿Tú qué haces?". "Estoy en 4º de Económicas", le respondió. "¿Y has aprobado todo?", prosiguió el párroco. "Todo con media de notable", apuntilló el universitario. Ante esa respuesta el buen sacerdote se vuelve a la abuela y le dice: "Esté tranquila y que vaya como quiera porque se ve que debajo hay una buena cabeza". Acabó así la conversación. Aún hoy queda mucha gente que juzga unicamente por lo externo, viven para la galería sin comprender que la libertad es un bien cuando ésta se practica con contenidos e ideas serias. Aquel chico que tal vez hoy es ya abuelo, iba externamente de "progre" o de “hippy”, como se decía entonces peyorativamente, pero por dentro se estaba formando de manera seria.

Mucho le falta a este mundo por asumir y muchas veces vivimos para el "qué dirán" y para la fachada externa, cuando a lo mejor internamente lo estamos pasando mal. Personas a las que les cuesta asumir su situación económica y social y hacen alarde de lo que ni por asomo son. Se va a dar el pésame con un cúmulo de tópicos, se acude a una boda derrochando de lo que carecemos y se juzga por el físico mientras olvidamos la oración por el muerto y el cariño de aquellos novios y el deseo de prosperidad. Los gastos son enormes pero al final… ¡hemos quedado bien!, aun cuando después tengamos que apretar el cinturón. Es la realidad que palpamos diariamente, pero se "adora al santo por la peana".

Un fruto más de esta cultura del envase que desprecia u olvida el contenido. Poco importa lo que tenga dentro aquel frasco si por fuera es bello. Lo saben muy bien los jefes de marketing, que cuidan muy bien este detalle, el envase, la presentación en los centros comerciales. Así acontece lo mismo a todos los niveles. Es el fruto de la época sobre todo en la sociedad de consumo y del que brota imperiosamente la corrupción porque cada quien quiere ser más y aparentar mucho más que el vecino sin conformarse con la realidad de su situación social. Asumir el estatus de cada cual es para muchos una tarea pendiente. Si examinamos detenidamente las razones de tantos corruptos como merodean por todas partes hoy en día, observaremos que gran parte de la culpa la tiene esta sociedad de las apariencias. Por ello duermen a buen recaudo cientos de personajillos que lejos de contentarse con lo que tienen pretenden adueñarse, como sea, de lo que posee el vecino o la misma sociedad.

Porque hacen realidad el refrán de que "quien a la bodega va y no bebe, por borracho se le tiene". "Si todos lo hacen, por qué yo voy a ser menos", es la filosofía del momento. Y mientras esta cultura vaya adelante nunca será posible ni el verdadero progreso ni la pacífica convivencia, primando el envase e ignorando el contenido. Así nos luce el pelo.

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