Opinión

Los piropos

En Portugal poca o ninguna gracia les hacen los piropos y parece que ahora en Andalucía van por el mismo camino por lo que se vislumbra. Los andaluces lanzaron una campaña contra los piropos y los abusos a las mujeres. Me da la impresión de que esa campaña, basada en seis puntos, es correctísima en lo que se refiere al acoso a las mujeres en la calle y, digo yo, en cualquier lugar, con un lema: “NoSeasAnimal”, para prevenir agresiones, según los organizadores. Presentó la iniciativa Francisco Pizarro, director del Instituto Andaluz de la Juventud (IAJ) y la responsable del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM), Elena Ruiz, quien afirmó que “el 35 por ciento de las mujeres de todo el mundo ha sufrido violencia sexual en algún momento de su vida”. Se basan en “comentarios sexuales explícitos o implícitos que los hombres hacen cotidianamente a las mujeres en las calles, sin ver en ello violencia”, refiriéndose a los piropos, realización de fotos o roces en el transporte público. 

La campaña describe seis modelos de acosadores, comparándolos con el reino animal: “El búho no te quita ojo, el buitre siempre está al acecho, el cerdo grita barbaridades, el gallito dice piropos a unos metros de distancia, el gorrión reclama atención silbando, mientras que el pulpo se pega cada vez que puede”. Dice la Junta andaluza de entonces que el acoso callejero es una práctica abusiva por parte de los hombres y que la campaña busca concienciar sobre el machismo, “más propio de los animales que de las personas”. El exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género, tras valorar la iniciativa dice que hay trivialización y todo está relacionado con la cosificación de la mujer. Y por eso concluye que: “El piropo no debe tener cabida en nuestra sociedad”. 

Estando totalmente de acuerdo con lo que se refiere al acoso, totalmente rechazable, me cuesta admitir la desaparición del piropo, algo tan español y que, si es verdaderamente un piropo, a nadie debiera parecer mal. Porque una cosa es un fino piropo y otra bien distinta y condenable, la grosería machista. El piropear la elegancia, el estilo y señorío de la mujer es siempre algo que eleva el ego de quien lo recibe y dice mucho del gusto de quien lo profiere. Recuerdo siempre, en este sentido, uno del que fui testigo. Una elegantísima señora con mantilla española incluida y vestido negro. Al llegar a la reunión en la que estábamos unas cuantas personas, uno le dice: “Quién se habrá muerto en el Cielo para que hasta la Virgen venga elegante y de luto”.

El verdadero piropo nunca ofende y, teniendo en cuenta la manera de ser femenina, cuidadosa y elegante, siempre lo agradecerá, sin duda alguna. La mujer siempre fue y será mucho más fina, coqueta y delicada que el hombre. Cada uno tiene sus cualidades y ellas un cúmulo inmenso muy superior al masculino. Una mano femenina siempre se nota en todas partes, en el trabajo, en la casa, en las reuniones, en todo. Y reconocer eso y hacerlo público con un fino piropo siempre es agradable, para ellas en primer lugar. Crea un clima distinto. Por eso cuando menos me pareció excesiva la determinación entonces de la Junta de Andalucía. Ciertamente si a un ladrón se le cortan las manos nunca volverá a robar con ellas, pero se quedará manco para toda la vida. De hecho, y baste como ejemplo, la inmensa mayoría de las saetas andaluzas son verdaderos piropos.

Las leyes cuando se promueven es necesario aquilatarlas y que sean para el bien del pueblo teniendo en cuenta innumerables factores. Por eso acaso los legisladores andaluces queriendo atajar un mal real atacan a una tradición y van en contra de algo bueno. Todas las cosas llevadas al extremo son malas y, a mi modo de ver, esta ley debiera tener en cuenta muchos factores buenos.

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