Opinión

Aquel niño que abrazó al condenado

Hay escenas que enternecen el corazón, avivan los sentimientos y humedecen las mejillas. ¿Quién ha dicho que todo es malo? Tal vez los pesimistas que se niegan a ver las incontables cosas buenas que hay a nuestro alrededor. La mirada tierna de un niño, la dulzura de un abuelo al ver a sus nietos, los miles de voluntarios por todo el mundo que se dedican a socorrer a los necesitados, aquella monja que ofrece a escondidas un bocadillo al que tiene hambre, la labor de Cáritas y los comedores sociales... En medio de tantos jaleos aún nos queda la esperanza. Algo es algo.

Lean esta escena que es real. Ocurrió el pasado Viernes Santo en California, pero debe conocerse en todo el mundo. La parroquia de San Juan Bosco representaba el tradicional Vía Crucis. Y, durante las estaciones, un niño con síndrome de Down pedía ayuda a la gente que presenciaba aquel acontecimiento para que no siguieran golpeando a Jesús e, incluso, se acercó sobresaltado al sacerdote para pedirle que salvara a Jesús (al actor que lo representaba). Sus padres intentaban explicarle la naturaleza del acto, pero él no podía entenderlo; o, tal vez, era su propio corazón quien no podía soportarlo...

Casi al final, al bajar el cuerpo y entregárselo a la actriz que hacía de la Virgen, el chico no aguantó más y se lanzó a abrazar a Jesús y a acompañar a su madre, María. El amor, y mucho más cuando se esconde en la ternura de aquellos que sonríen con ojos y corazón de Down, es más fuerte que la muerte.

Tengo en la memoria varios casos de niños con este síndrome y que son encantadores. Recordemos el mimo con el que Vicente del Bosque trata a su hijo. Y he tenido una alumna que sin duda alguna era el mejor corazón de su clase. Así la adoraban sus compañeros de curso. Recuerdo que en una ocasión un profesor le puso una amonestación y corrigió a una compañera. Al acabar la clase, vino corriendo a la sala de profesores en busca del docente, al que casi llorando le pidió que le retirase la amonestación y le perdonase, sin saber nada el interesado. ¡Qué grande aquella niña!

Son ejemplos para la esperanza, para que caigamos en la cuenta de que es posible el amor, es necesaria la convivencia relajada y sobre todo es desechable la violencia de cualquier modo. La acritud, y toda clase de lucha o dolor hacia el otro, es siempre condenable.

Aquel buen niño acaso desconocía lo que es una representación pero, sin duda, aun ésta le resultaba incomprensible para su limpia mente. Tendrá el síndrome pero por encima de su discapacidad posee su corazón, sus sentimientos y su disposición para el amor. Acaso algún día comprenda que aquella representación era de un hecho que sucedió en la realidad y su rechazo refleja la más alta conversión y su fe, que de manera misteriosa se manifiesta en medio de su situación.

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