Opinión

Preparándose para el patrón

Volver la espalda a la realidad es un grave error y una obnubilación increíble. Uno de estos elementos de la realidad, sobre todo en Galicia, es la solemnidad para la que nos preparamos: la fiesta del Apóstol Santiago, patrón de España y en especial de Galicia el próximo miércoles día 25 de julio. Son siglos de un reconocimiento de una realidad que es la devoción al Apóstol por antonomasia en Galicia. Sin entrar en polémicas como la que en su día suscito el entonces abad benedictino, Pérez de Úrbel, unos dicen que llegó a las orillas del Ebro donde recibió la visita de la Virgen que le ofreció el célebre Pilar; otros afirman que solo llegaron sus restos a Finisterre, escapando de las persecuciones. 

Polémicas al margen, que dejamos a los estudiosos, hay un hecho cierto que es la devoción secular. Siguen teniendo contenido los argumentos del consentimiento universal que en el caso que nos ocupa es claro. Son millones los que han hecho los diversos caminos hacia Compostela y esas peregrinaciones son cada día más multitudinarias. Ya sea por esnobismo pero sobre todo por fe, Santiago recibe todos los años centenas de miles de personas que, por múltiples medios, se acercan a la venerada tumba donde reposan, según creencia común, los restos del hijo del Zebedeo.

Hasta tal punto que son tres los santuarios que la Iglesia tiene de manera universal: Jerusalén, Roma y Santiago. “Peregrinos” son los que se acercan al Obradoiro y contemplan el incomparable Pórtico de la Gloria, cumbre del románico, oculto por la mejor fachada barroca que es la del Obradoiro. Son “romeros” los que van a Roma al sepulcro del primer apóstol, y se llama “palmeros” a quienes acuden a la cuna del cristianismo en Jerusalén. 

Fiesta grande que debiera ser un verdadero símbolo de unión del pueblo español cuyas raíces son cristianas, por mucho que existan quienes desde su ateísmo pretendan ignorarlas marginando la cultura cristiana. ¿Qué sería del pueblo español sin volver la vista a esa historia y a esos principios? ¿Dónde quedaría la cultura en general y el arte del que está plagado el suelo español en pueblos remotos y también en las grandes poblaciones? Por eso choca la pretendida ignorancia e incluso el desprecio hacia esas verdades dando la espalda, en este día sobre todo, a la solemnidad. Indicaría, si alguno así se comportase, una falta de sentido común y, sobre todo, de cercanía con la mayoría del pueblo que honra y celebra la fiesta.

Recuerdo, una vez más aquí, al entonces alcalde de Córdoba Julio Anguita, un gran regidor y político culto que al preguntarle por qué asistía a las procesiones del Corpus, por ejemplo, respondió sin dudarlo que lo hacía por estar cerca del pueblo que en definitiva fue quien le eligió. Eso se llama coherencia, lo otro, incalificable actitud.

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