Opinión

Un mes para pensar

Comenzamos el mes de noviembre que, sobre todo en Galicia. es un mes especialmente dedicado a nuestros antepasados. Fueron célebres antaño las llamadas “Novenas de Ánimas”, que suponían un punto de referencia para los fieles y en la que se confesaba y comulgaba como un ofrecimiento por sus difuntos. Eran ciertamente otros tiempos en los que se vivía un poco más para el interior de cada uno, más espirituales. Según la doctrina de la Iglesia, las oraciones de los fieles nunca se pierden. Si aquella persona por la que rezamos ya goza de gloria sin necesitar de nuestras plegarias, esas oraciones revierten en bien de quienes las hacen.

Damos la impresión de que algunos han postergado el valor de la oración. Tenemos tiempo para casi todo y ahora con esto de la informática el cúmulo de atractivos es inmenso ocupando momentos que antes dedicábamos a la oración. Pero, por mucho que existan esos medios, la persona necesita de unos momentos de reflexión, de meditación, de volverse hacia dentro. Vivimos mucho para lo externo, en una búsqueda desaforada del tener cosas de todo tipo. Es la primacía del tener sobre el ser. Esto en definitiva lo estamos pagando a todos los niveles porque echamos mano a una frase muy manida que entraña un gran engaño. Decimos que “obro según mi conciencia”. Craso error si se sigue al pie de la letra. Muy bien obrar en conciencia pero con un matiz: en conciencia sí, pero bien formada.

Tenemos la gran responsabilidad, en todos los sectores del quehacer diario, desde los politicos hasta el habitante del último pueblo, de continuamente formar bien la conciencia de manera correcta. Esto lo olvidamos. Y el olvido está en que nos falta tiempo para pensar, para estudiar, para formarnos cada día. Los tiempos cambian pero la moral y la verdad son siempre las mismas. Por mucho que el mundo cambie debemos observar unos principios básicos que son precisamente los motores de nuestra conciencia “bien formada”.

Yo me pregunto si con tantos planes de estudio se fomenta en las escuelas una formación en verdaderos valores. Abiertos de mente siempre, pero firmes en contenidos a cada hora. De lo contrario nos convertimos en esa hoja que en otoño cae y vuela según venga el viento. Esto creo que es uno de los fallos de esta generación muchas veces al socaire de donde venga el viento. Las gaviotas y las palomas a las que un autor portugués llama “presumidas y coquetas”, al posarse en tierra siempre lo hacen mirando al viento. ¿Para qué? Pues para aparecer debidamente peinadas.

Posiblemente algunos hacen lo mismo para aparecer como personas más del día y autoproclamarse actuales y de progreso. Y un progreso sin vida interior es difícil que sea auténtico.

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