Opinión

Beato Pablo VI y España

La beatificación de Pablo VI es mucho más que el broche de oro al Sínodo de los obispos. Entre tanto acontecimiento eclesial, existe el riesgo de perder de vista la importancia de esta celebración, y más después de las canonizaciones de Juan XXIII y Juan Pablo II, que pueden llevar a la falsa conclusión de que papado y santidad van necesariamente de la mano. El siglo XX efectivamente ha sido excepcional en cuanto a santos pontífices, como lo fue también en mártires, hasta el punto de que para encontrar un precedente similar habría que retroceder varios siglos. Pero Pablo VI, además de beato fue un extraordinario papa, el que desarrolló y llevó a buen puerto el Concilio Vaticano II, modernizó la curia romana e inició los viajes papales, sin olvidar su rico magisterio social o su encíclica sobre la familia y el amor humano. Fue también el papa de la colegialidad, el que instituyó el Sínodo de lo Obispos y consolidó las conferencias episcopales.

Muchos no le perdonaron que pusiera freno a algunas interpretaciones equivocadas sobre el Concilio. Y en España, algunos no supieron distinguir su desapego al régimen franquista de su amor profundo a la nación. No olvidemos que fue el papa Montini quien declaro a Santa Teresa “Doctora de la Iglesia”, destacando que era la primera mujer en recibir este titulo. También entonces puso de relieve su carácter de española, resaltando este aspecto con estas palabras: “No queremos pasar por alto el hecho de que Santa Teresa era española y con razón España la considera como una de sus grandes glorias. En su personalidad se reflejan los rasgos de su patria: la reciedumbre de su espíritu, la profundidad de sentimientos, la sinceridad del alma y el amor a la Iglesia”. 

Le tocó sufrir, pero 35 años después su muerte, Pablo VI es hoy un referente claro para una Iglesia que ya no puede dar por descontada la fe y por eso debe recuperar la frescura del anuncio evangélico como el de los primeros cristianos.

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