Opinión

Testigos de la alegría

Miles de monasterios celebraron el 8 de diciembre fiesta de la Inmaculada Concepción, una gran cadena de oración que enlazó Eritrea con Arequipa y la India con el monasterio de la Encarnación de Ávila. Fue el primer acontecimiento en el año de “La vida consagrada” inaugurado con la llegada del Adviento.

A pesar de la dura crisis vocacional de las últimas décadas, en muchos países de África o de América Latina las congregaciones religiosas constituyen un pilar básico de la sanidad y de la educación. Sin los religiosos serían igualmente incomprensibles la historia y el presente de Europa.. España en particular puede enorgullecerse de ser la cuna de Santa Teresa, de los jesuitas o los dominicos, o de seguir enviando hoy a cientos de misioneros por todo el mundo.. De ahí la importancia en nuestro país de un año en que la Iglesia está llamada a hacer memoria del pasado con gratitud y a redescubrir la imprescindible aportación que realizan hoy los religiosos.

A estos religiosos, el papa les pide que reaviven su vocación, el momento en que se enamoraron de Jesús y decidieron dejarlo todo para seguirle. Se trata de ganar autenticidad para salir con alegría al encuentro de un mundo enfermo de desesperanza en el que persisten tremendas situaciones de pobreza y otras no menos duras de vacío existencial. Todas ellas reclaman una presencia y un estilo de vida profético tan necesario hoy, o quizá más que en otras épocas de la historia. Estas son sus palabras: “Despertad al mundo, iluminadlo con vuestro testimonio profético y a contracorriente.” Y añade: “¿Cómo podréis hacer realidad esta invitación? Os dedico tres palabras programáticas: siendo alegres, siendo valientes y siendo mujeres y hombres de comunión.

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