Opinión

Siete años no son nada

Junio de 2004. Ese mes y ese año fue el último de Manuel Rois en la presidencia del CD Ourense. Fue en Tarragona, durante un partido, el último, de la fase de ascenso (por aquel entonces todavía no había eliminatorias, eran varios grupos de cuatro equipos y subía el campeón) a la Segunda división A. Las opciones de los ourensanos eran remotas y fueron los tarraconenses los que se llevaron el alegrón. Al día siguiente regresó a Ourense, habló con el presidente de la Diputación y se despidió. Le sucedió Joaquín Muñoz.

Rois demostró ese domingo en Tarragona una agilidad propia de un juvenil. Mientras muchos aficionados quedaron atrapados en un atasco en la A-7, el todavía presidente se bajó apresuradamente del coche, se zampó en unas pocas zancadas los cuatro carriles de la autopista, el de los atascados y el de los que no, subió un pequeño montículo a ritmo de 'Ironman' y se plantó en la puerta del estadio con un cuarto de hora de antelación. Agilidad, mucha, va a necesitar ahora para conseguir los dineros que el club necesita con urgencia.

Rois se fue pero nunca se fue. Son muchos los que le han sugerido, pedido, exigido, rogado, que no dé el paso. Todos en vano. La próxima semana volverá a coger el timón del club.

Un día, cuando a La 2 de TVE le dio por televisar partidos de Segunda B los viernes, el Ourense recibió al Amurrio. 0-3 perdían los ourensanos en el descanso. En el descanso, cuando Rois entró en el vestuario al grito de 'donde están esos fillos...'. El partido acabó 3-3 y el Ourense se clasificó para la fase de ascenso.

Le gustaba repetir que el Ourense era el Real Madrid de la Segunda B. Lo coge ahora en Tercera. Pero él sabe bien que en Tercera no puede estar.

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