Opinión

EL EXAMEN SINDICAL

H ace mucho tiempo que se percibe, en nuestro contexto social, un cierto desencanto en relación con la eficacia de los sindicatos como interlocutores de los trabajadores. Si bien, la llegada de la esperada Democracia a nuestro país acabó con el sindicato vertical del régimen totalitario, y las esperadas reivindicaciones de los trabajadores no se hicieron esperar demasiado, hubo unos años de transición en los cuales, los que militaban a la fuerza en el sindicato único tuvieron la idea de desmontarlo desde dentro. Este es, al menos, el testimonio que he recogido de algún militante de la asociación ATEA de Asturias. No obstante, el objetivo principal era evitar abusos y salarios miserables, que no solo explotaban al trabajador, sino que les privaba de sus derechos más fundamentales.


En los años 80, en los que todo el mundo se asociaba y se reunía, por el hecho tan simple de experimentar que había libertad para ello, la acción sindical se sintió más que necesaria..., fundamental para dialogar con unos trabajadores que nunca habían tenido voz y voto. Pero a día de hoy, parece ser que la crisis financiera ha querido intentar convencernos, reabriendo el debate, de que los sindicatos ya han acabado con su cometido. Parece ser que ya existe el pleno empleo, que los trabajadores nunca son despedidos o sancionados sin razones objetivas para ello, y que los horarios de trabajo se cumplen puntualmente, junto con los periodos vacacionales y las horas extra. Se dice que los sindicatos han caducado porque los trabajadores mandan más que el empresario, que hacen lo que bien les viene en gana y que por tanto las indemnizaciones por año trabajado deben bajar (o más bien ya han bajado), para tenerlos bien sujetos, no sea que se 'desmadren' demasiado. Sin embargo, el contexto del debate es diferente. Sin pelos en la lengua afirmaré categóricamente que detrás de un sindicato, además de sus siglas, de su historia y de sus logros sindicales en el pasado, hay personas.


Esa responsabilidad de ayuda a los demás no siempre está bien asumida por sus militantes, y es misión de ellos modificar esos casos puntuales, para que no se conviertan en la tendencia que algunos interesados buscan con ansiedad. Para ello existe la buena práctica democrática de que los delegados sindicales sean elegidos libremente. Este examen que han de pasar cada cuatro años no debiera ser perdonado. ¿A qué me refiero en concreto? Ni más ni menos que a la temible abstención, consecuencia sintomática del poder mediático al que estamos sometidos. Si finalmente llegara a ser muy bajo el grado de participación en dichas elecciones, significaría que la campaña antisindical orquestada por los sectores más radicales del país, comienza a dar sus frutos. Y es que durante las próximas dos semanas, los sindicatos de la enseñanza estarán en plena campaña electoral. En ella intentarán vender el producto que han cosechado durante estos años, y aunque habrá que esperar que algunos intenten colocar en el mercado el humo producido, lo mejor en cualquier caso sería que el profesorado convocado a las urnas acudiese a la cita del 2 de diciembre a elegir a sus representantes, ya que cada uno podrá identificarse con su idea de acción sindical, esto es, diciendo que todo está mal?, o negociando seriamente con esta Administración, que pocas veces piensa en sus trabajadores de la Enseñanza.


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