Opinión

El maestro de Lutero

Dice un antiguo proverbio zen: “Cuando el alumno esté preparado, aparecerá el maestro”. Desconozco si Martín Lutero conocía este proverbio, pero su ansia por investigar y descubrir cosas nuevas le llevó a leer una Biblia latina que encontró en sus años de estudiante en la Universidad de Erfurt; en el año de 1501 la Biblia estaba prohibida. Más tarde, Lutero obtuvo el grado de doctor en Filosofía y pasó a ser miembro de la misma Universidad en la que había estudiado. Sin embargo no se sentía satisfecho. Sus inquietudes espirituales y otras circunstancias paralelas le hicieron ingresar en la orden de los Agustinos, creyendo que de esta forma encontraría las respuestas que su corazón buscaba. Uno de sus maestros, el Dr. Usinger, le dijo en cierta ocasión: “La Biblia es la causa de todas las revoluciones”, a lo que Lutero no hizo caso y comenzó a leer las Escrituras en las lenguas originales dentro del convento. Siempre con la ayuda de Juan Lange y los comentarios de Nicolás Lyra.

La vida en el convento agustino no fue sencilla para Lutero. Su lucha interior crecía, minando su mente de dudas, y sin encontrar ninguna solución en la religión. La consecuencia fue una profunda depresión, pero enseguida apareció el maestro. El Dr. Staupitz era por aquel entonces el vicario de la orde de los Agustinos en Alemania. Una autoridad para Lutero y los suyos.

Además de tratarle con mucho afecto y cariño, le encargó encarecidamente que leyese la Biblia. La seguridad de la Salvación que buscaba estaba en Cristo. Estas fueron las palabras de su maestro. Lutero encontró en Staupitz una confianza inusual. A mismo tiempo, Staupitz hizo lo imposible por apartar a Lutero de la vida monacal. Estaba convencido de que tendría mucho más que aportar a la cultura y al conocimiento en otro lugar. Así, aprovechando que el príncipe elector Federico III de Sajonia funda la Universidad de Wittemberg, por consejo de Staupitz, Lutero entra como catedrático de Filosofía, aunque su inclinación fuese la Teología. En 1509 Lutero se graduó en bachiller de Teología. El Dr. Mellerstadt, después de escucharle en una de sus inumerables ponencias, dijo: “Este fraile confundirá a todos los doctores: nos enseñará una doctrina nueva y reformará la iglesia romana”. Lutero “se basa en la Biblia, y con este sistema ninguno puede luchar en contra y vencer”. En 1517 comenzaría la premonición del Dr. Mellerstadt, cuando Lutero clava las 95 tesis en la puerta de la iglesia de la Universidad. Se cumple este año el V centenario de este hecho que cambió el rumbo del cristianismo y de Roma. Curiosamente también se cumplen los 600 años de la muerte en la hoguera de Juan Huss.

El Dr. Staupitz continuó su vida por derroteros muy diferentes a Lutero, aunque siempre fue muy querido y respetado por los reformadores. Prueba de ello es que Staupitz deja su vicaría y el Papa le exige un juramento por el cual exprese con rotundidad no haber participado de las creencias de Lutero. Dicho juramento nunca fue hecho por Staupitz. Se negó en rotundo a firmar semejante documento. Como consecuencia, le nombraron abad de los Benedictinos en la rica abadía de San Pedro de Salzburgo. El maestro lo había dado todo por su alumno aventajado: Martín Lutero.

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