Opinión

¿Crecimiento significa ahora más pobreza?

Puede comprenderse, que no aceptarse, que ciertos políticos del partido del Gobierno se dediquen a glosar la recuperación económica como una especie de mantra compuesto por palabras que tienen poderes psicológicos o espirituales. Pero no puede aceptarse, ni es comprensible, que dirigentes económicos serios y rigurosos se dejen llevar por la magia, lejos de la realidad española.

Si no hay crecimiento económico ligado a un nuevo modelo, alternativo al del ladrillo, que no lo hay, todo lo demás es vender humo. Y si no se reduce la deuda –no solo la pública, sino sobre todo la privada-, la economía financiera seguirá sin funcionar, porque no se trata de hacernos trampas al solitario mediante refinanciaciones de deudas y más deudas, sino de asumir la cruda realidad.

La banca española sigue sin hacer honor a su nombre porque no acaba de asumir las consecuencias del endeudamiento. Y, lejos de reestructurarse, se entretiene subiendo las comisiones a sus clientes para sanear su propia cuenta de resultados, porque el negocio ordinario no le da para llegar a fin de mes.

Más tarde o más temprano, la banca tendrá que afrontar capitalizaciones de deuda, al tiempo que admitir quitas y bajadas de costes financieros. Refinanciar y alargar los plazos no será suficiente, a riesgo de que el país siga paralizado ante la ausencia de crédito.

¿Pero no habían dicho que la banca ya estaba saneada por Europa y que encima eso lo habíamos pagado entre todos los contribuyentes? Más bien deberían haber dicho que la banca española ha evitado la insolvencia. ¿Y no habían dicho que la economía española vuelve a crecer? Sí, pero deberían haber añadido que crece poco, sin buenos pilares y despacio.

Sin posibilidad de devaluar y con los principales clientes de las exportaciones españoles estancados, el ajuste de deuda sigue siendo deflacionista. La devaluación interna continúa y, por eso mismo, las nuevas contrataciones son precarias y los salarios son más bajos. Entre otras razones, porque la productividad de la economía española continúa sin aumentar, los precios energéticos son exageradamente altos y las deudas de las familias y de las empresas –no solo la del Estado- siguen pesando como una losa.

Incluso las optimistas perspectivas del Fondo Monetario Internacional (FMI) no ocultan que, si nada cambia, bajar la tasa de paro del 26% actual al 19% exigirá cinco años.

¿Entonces por qué destacan tanto que la economía española crece más rápido de lo previsto? Quienes así lo creen se basan en los datos de afiliación durante el segundo trimestre del año, que ya veremos si se sostienen. Pero reparemos en las tasas de crecimiento de las que hablan, entre el 1,2% y el 2% del PIB, insuficientes para asegurar la creación de empleo neto.

EL FMI prevé, por ejemplo, para este año un crecimiento económico del 1,2% del PIB, que sitúa en el 1,6% para 2015, año para el que Banco de España ya ve posible alcanzar el 2%, que es el crecimiento que el FMI asigna al año 2016. Dicho en pocas palabras y sin tantas vueltas ni tantos porcentajes: quedan al menos cinco años difíciles para España. Mientras, lo que estamos viendo es que los salarios más bajos caen más que los más altos y que las caídas de los salarios, unidas a los ajustes de plantillas, se traducen en desigualdad y más pobreza. Por eso cuesta tanto admitir que se hable de flexibilizar todavía más el mercado laboral.

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