Opinión

Elecciones en un país con luces y sombras

Acceso a una de las tiendas de Zara, enseña de Inditex.
photo_camera Acceso a una de las tiendas de Zara, enseña de Inditex.
La dimensión de las grandes empresas gallegas contribuye a que su dependencia del poder autonómico sea escasa. Una asignatura pendiente de la Xunta es propiciar el aumento del tamaño de sus pymes

Este domingo es un día importante para Galicia, que celebra elecciones, sin duda también relevantes para la economía. En la burguesía gallega no existe una conciencia nacionalista organizada, a diferencia de lo que sucede en Cataluña en torno a Junts y antes CiU o en Euskadi con el PNV. En Galicia no hay un gran partido nacionalista de derechas, el único que hay importante –el BNG– es de izquierdas y está, en buena lógica, vinculado a un gran sindicato, la CIG.

La burguesía gallega tiene una vertiente emergente, gracias a grupos como el de Amancio Ortega (Inditex) o el de la familia Tojeiro (Gadisa), y también su lado negativo, tras derrumbarse imperios como los de las familias Barrié (Pastor) o Fernández (Pescanova). Un caso realmente histórico es el del Pastor, un banco que ya no existe. Al menos Pescanova ha sido reflotada por Abanca, otro grupo emergente de la mano de Juan Carlos Escotet, que ahora controla el banco que heredó la fusión de las caixas. 

Galicia perdió las cajas, pero al menos tiene un banco. Otras comunidades ni eso. España se cargó las cajas para mayor gloria de la banca, que se quedó prácticamente con todo el mercado financiero doméstico, cuando antes tenía solo la mitad. Ya había pasado algo parecido en Italia, pero en Alemania no siguieron ese camino.

El Pastor generó un importante vacío: literalmente desapareció, diluido en el Popular, que a su vez se diluyó en el Santander. No solo fue un gran banco en España –llegó a ser más grande que el Santander–, sino que controló un gran emporio energético (Fenosa, Gas Madrid), industrial (Astano, Hullas de Coto Cortes, Elosúa, Cubiertas y MZOV, Cosméticos La Toja) y de servicios (hoteles de lujo en A Toxa y A Coruña).

Las cajas con sede en Vigo y A Coruña también desaparecieron, pero al menos se salvaron como vector resultante, privatizado. Hoy Abanca es el séptimo grupo financiero de España y Portugal y domina el mercado del noroeste. Su sede central operativa está en A Coruña con la importancia que eso tiene para el empleo financiero de alta calidad.  Además de ser un banco, también es una aseguradora y un grupo empresarial que ha heredado o que ha adquirido (Pescanova, Deportivo de La Coruña). Por el contrario, la catalana Naturgy ha desmantelado los servicios centrales de Gas Natural Fenosa en Galicia, que estaban en A Coruña, e incluso ha cerrado el Museo de Arte Contemporáneo. 

Los grandes empresarios gallegos, a diferencia de los españoles, no viven a cuenta de las concesiones. Esa burguesía madrileña que se amamanta en el poder aquí no existe. Otra cosa es que haya clientelismos de poca monta, del mismo modo que hay ayudas desproporcionadas a ciertas empresas. Pero los grandes empresarios de Galicia (Ortega, Sandra Ortega, Tojeiro, José Luis Suárez, Franqueira, Jacinto Rey, Jesús Alonso, los Jove, ...) no dependen de los favores del poder y alguno que sí depende lo hace en pequeña medida. Del poder en Galicia dependen otro tipo de empresas, algunas endebles, incapaces de competir sin ayudas.

En Galicia hay margen para más grandes empresarios porque tiene recursos para ello, empezando por el agua. El cambio climático contribuirá a acelerar el proceso. De momento, el tejido empresarial tiene dimensiones reducidas, algo que Galicia debe cambiar para dotarse de compañías con dimensión, capaces de competir dentro y fuera del país. 

@J_L_Gomez

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