Opinión

¿El mundo habla de guerra o de economía?

Una guerra convencional entre la OTAN y Rusia es ya tema de conversación en la política de bloques. Más prudencia se aplica desde Occidente a China, con la que sí hay conflictos económicos graves

Estados Unidos suele asumir el protagonismo a la hora de plantar cara a China en las sucesivas guerras por los semiconductores, ahora ligados al desarrollo de la inteligencia artificial. En realidad, la posición de la Unión Europea (UE) no es muy distinta, si bien intenta pasar más inadvertida. Detrás de las tensiones geoestratégicas que están viéndose entre estos tres bloques hay, sobre todo, intereses económicos. La situación del cuarto polo en tensión, Rusia, es distinta: no es relevante por su peso económico, sino por su poderío nuclear. Si bien está alineada con China, Rusia juega en una liga de intereses distinta.

China se revuelve contra EE UU porque sabe que los americanos quieren sofocar su progreso tecnológico y económico y, sobre todo, impedir que China aproveche la inteligencia artificial (IA) con fines militares. Pero no es necesario llegar tan lejos para entender la gravedad de lo que está pasando con los semiconductores de telón de fondo.

El mundo desarrollado depende cada vez más de estos dispositivos con microchips que facilitan la vida de la gente. Estos pequeños cerebros electrónicos, construidos sobre materiales semiconductores, son indispensables tanto para las actividades diarias como para el desarrollo empresarial e industrial del mundo. El silicio es el semiconductor más utilizado en la actualidad, especialmente en la industria electrónica e informática, debido a su abundancia natural y su excelente comportamiento a altas temperaturas.

La escasez de chips, conocida como la crisis de los semiconductores, ha tenido ya un impacto significativo en diversos sectores económicos, desde la electrónica de consumo hasta la automoción y los electrodomésticos. Fue una situación tan grave que llevó a importantes empresas a detener su producción.

Curiosamente, los semiconductores estuvieron durante décadas relegados a un segundo plano en las estrategias económicas y tecnológicas de los gobiernos. Pero eso ya es historia, tras emerger como protagonistas en medio de la transformación digital acelerada por la pandemia de la covid-19. Este cambio ha provocado una revisión crítica de las cadenas de suministro, especialmente en sectores clave como la automoción, el transporte marítimo y la fabricación de dispositivos médicos, todos dependientes de estos pequeños pero cruciales componentes.

La agenda internacional en semiconductores no es solo una cuestión de rivalidad entre EE UU y China. La UE desempeña un papel significativo en términos económicos, de política industrial y de seguridad en este escenario. Actualmente moviliza inversiones públicas y privadas por valor de 43.000 millones de euros. Aunque China posee materias primas críticas como el galio y el germanio, su presencia en las etapas más avanzadas de la cadena de valor es limitada.

La UE elude señalar a China, pero busca fortalecer su posición con socios tecnológicos como EE UU, India, Corea del Sur y Japón, algo que evidencian sus acuerdos y colaboraciones específicas. Se trata de partenariados que no solo buscan impulsar la competitividad, sino también abordar preocupaciones de seguridad económica y tecnológica, con China siempre al margen. El enfoque de la UE hacia la llamada Estrategia de Seguridad Económica destaca la importancia de evaluar los riesgos en áreas clave, nada distinto de lo hace EE UU, al adoptar políticas similares.

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