Opinión

Al calor de la calle

Si hay un libro libre de toda sospecha, que se libera de las fantasías que atrapa para sí el ser humano, ese es "Masa y poder", de Elias Canetti, al que dedicó tres largas décadas, incluida la de la contienda mundial. El nobel se encargó de un trabajo ímprobo, empezando por el acceso al poder del nacionalsocialismo; un estudio antropológico e histórico para llegar a comprender el porqué de los movimientos de la masa y la psicología que reina entre los individuos que la componen. No es un libro fácil, ni siquiera un manual que reconforte, pero reconozco que a lo largo de estos años, en muchos momentos, cuando la historia se vuelve disparatada, uno lo sitúa en su mesilla como un sabio refugio. "En cuanto se dicta la prohibición, la masa comienza a formarse”, dice Canetti. El autor habla de masa negativa, y de ejercicio de resistencia, como factor que la configura, establece en ella una metáfora, una imagen ficticia de un dique, donde nada puede rebasar. Cada una de las partes de la sociedad que la contiene trata de vigilar, “Quien cede y transgrede la prohibición es mal visto por los demás”. Aquí uno piensa en Borrell, y el calificativo de traidor que algunos le regalan.

Una de las características comunes a la masa es su impulso de destrucción, sobre todo objetos, símbolos que representan una jerarquía que ya -piensan- no les representan. Por eso es común después de un conflicto ver a sus partícipes usurpar aquellos objetos o pertenencias del opresor. Lo vimos en Irak cuando caído Sadam las tropas de ocupación se vanagloriaban de sus pertenencias como trofeos. 

 "El individuo -dice Canetti- tiene la sensación de que en el interior de la masa supera los límites de la propia persona”. Desde el interior de la masa los miedos se superan. Uno de los principales instigadores de la masa -cerrada- ha sido la religión, en su versión domesticada a través de la iglesia, y del púlpito; la masa abierta es más preocupante. Todas las guerras, desde la Revolución Francesa, han sido guerras de masas, “la masa jamás se siente satisfecha; mientras le quede alguien por engullir, mostrará su apetito”. En Cataluña en estos días hemos visto un ensayo, del manejo de las masas, en la calle, la pena es que no estuviera Canetti para iluminarnos.

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