Opinión

Retranca, retranca

Lo peor de la ironía es cuando falla, cuando ves que quien está delante pone cara de pez y tú rematas por explicarle el chiste. Rajoy, cuando no se aturulla o da espantadas a lo Rafael de Paula, una mala tarde la tiene cualquiera, tira con arte en el balanceo de la retranca, lo ejecuta cual suerte de tauromaquia, con pasión y disfrute, y se le nota. Imposible traicionar a sus genes; el de Pontevedra a la hora de repartir la herencia paterna asumió para sí la retranca, el edificio donde impera la sorna y el arte de aventurar justo lo contrario de lo que se dice. Eso sí, servidor no lo imagina intentándolo ante Merkel, o tal vez sí.

El problema de Rajoy para seguir hoy de maestro de retranca no es el de vivir de la política, lleva haciéndolo treinta años y otros “gallegos ilustres” lo hicieron antes, el problema es otro. En la política, “el paraíso de los charlatanes” que diría Bernard Shaw, Mariano acumula pericia y trienios para ajusticiar con gracia y aplomo su arte. Rajoy es un cachondo de cuerpo entero, maestro del birlibirloque verbal incluso para el insulto: “no pienso que los españoles sean lo que usted ha dicho que yo he dicho que pienso. Fíjese en mi ingenuidad, ni siquiera lo pienso de usted”, le espetó a una parlamentaria en el Congreso. Pero ahora a la retranca del Presidente le persigue su pasado y el contexto: una España en “frenesí” en la que él es el timonel y hay díscolos que desean abandonar el barco. La derecha prometía el milagro y ahora Mariano retranquea la cosa como puede, a fuerza de acertijos ensortijados para sortear declaraciones como la de Reuters que anunciaba el rescate para el sábado, agencia, sabido es, que atiende sólo a razones del lobby financiero. Eso sí afirmaciones de perogrullo como que “la reforma laboral será eficaz cuando se reactive la economía”, ya no es retranca, es un sofisma sin gracia, salvo que te llames Mariano.

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