Opinión

Ciudadanía ejemplar

Todos ven lo que pareces, pero pocos comprenden lo que eres”. Esta lacónica frase es del escritor, pensador y estadista florentino Nicolás Maquiavelo. Pues bien, nos sirve para abrir este artículo en el que nos queremos referir al comportamiento público de nuestra clase política y, sobre todo, para contextualizar lo sucedido recientemente con una representante de nuestra cámara legislativa autonómica, esa misma que preside el ourensano Miguel Ángel Santalices.

Nos estamos refiriendo a la diputada Paula Quinteiro, militante de Podemos y miembro del grupo parlamentario de En Marea en la Cámara gallega, quien, como se difundió en medios de comunicación, intervino durante una actuación policial en Santiago de Compostela y cuando los agentes intercedían en un acto de vandalismo. Pues bien, según los agentes, la parlamentaria intentó obstruir la identificación de una persona y amenazó a estos con una “interpelación parlamentaria por la actuación policial”, además de afirmar que estaban “interfiriendo en su labor parlamentaria”.
Este es el resumen de la película cuya protagonista está dando muchas tardes políticas de gloria incluso entre sus correligionarios de filas. Y obviamente, la interfecta tiene otra versión de los hechos, por supuesto, más conciliadora.

Pero aquí lo que subyace, y por este motivo hacemos este comentario, es que cualquier representante público, lo hemos dicho en repetidas ocasiones, tiene que comportarse de forma ejemplar, impoluta, pasar prácticamente inadvertido en su papel como ciudadano. El único lugar donde legítimamente tiene que actuar y “dar la nota” política es en aquella institución a la que corporativamente pertenezca. Fuera de ella, es un ciudadano más y como tal tiene que formar parte del entramado social como un vecino más, compartiendo espacios convivenciales y sometido a las normas sociales del elemento común. No es necesario esgrimir ninguna identificación de su función pública. Cuando pasea por la vía pública, lo único que tiene que hacer es recoger las inquietudes de sus convecinos, que le son necesarias para cumplir con su “labor parlamentaria”.
Convendría que nuestros diputados recordasen lo que afirmaba Ortega y Gasset: “Fue instituido el Parlamento a guisa de máquina expansionadora de la política”. Pues que se expansionen exclusivamente dentro de sus sacras paredes.

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