Opinión

Las dos copas

Cada vez que se celebra una final de Copa del Rey siempre suele organizarse alguna tangana; eso sí, no solamente como enfrentamientos fuera del estadio, sino, cada vez que juegan el Barcelona y Athletic, la interpretación de los himnos suelen provocar abucheos. No obstante, en este caso concreto en el que disputaban el Mallorca y el equipo vasco, apenas se notó que el himno de España fue silbado, dado que unos y otros respetaron la presencia del rey mientras sonaba la música.

Sin embargo, el malestar en esta final de Copa no se originó por motivos “musicales”, sino más bien por el ruido de sables entre la clase política mientras se acomodaban en el palco de honor. En fin, se disputó una segunda copa. Todo porque el presidente del Gobierno declinó acudir a la final con el rey y en su lugar anunció oficialmente que delegaba su representación en María Jesús Montero, vicepresidenta primera y ministra de Hacienda. Y aquí se montó la trifulca, una vez más.

La cuestión era en qué lugar se iba a sentar la ministra, porque ella quería ubicarse al lado contiguo de Felipe VI por la derecha y, por lo tanto, el presidente de la Junta de Andalucía se ubicaría a la izquierda. Aquí acontecieron las diferencias por cuestión de protocolo, mientras se preparaban los prolegómenos del encuentro que en ese momento se iniciaba con la interpretación del tarareado himno nacional. 

Rafael del Amo, presidente de la Junta Gestora de la Federación Española, tomó una decisión salomónica, como fue ceder el puesto que le correspondía en el palco para que los políticos pudieran aparecer en la foto junto al rey. De esta forma, la ministra figuró como segunda autoridad presente y Juanma Moreno como la tercera, cuando en un principio el jefe del Ejecutivo andaluz tenía la pretensión de ocupar el segundo lugar, esto es, a la derecha del monarca. ¿Y por qué? Sencillamente porque, una vez más, el guirigay es consecuencia de los tinglados que se montan entre el PSOE y el PP. No obstante, hay que matizar que cuando el presidente del Gobierno no acude a un acto institucional en otra autonomía que no sea en la “villa de Madrid”, automáticamente le representa el presidente o presidenta de la Comunidad Autónoma, en su papel como “representante ordinario del Gobierno”. Para que el presidente del Gobierno quiera delegar orgánicamente ese papel, tendría que echar mano del artículo 9: “La persona que represente en su cargo a una autoridad superior a la de su propio rango no gozará de la precedencia reconocida a la autoridad que representa y ocupará el lugar que le corresponda por su propio rango, salvo que ostente expresamente la representación de su majestad el rey o del presidente del Gobierno”.

Y por cierto, Juanma Moreno es experto en protocolo y de esto conocerá algo porque lo ha estudiado.

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