Opinión

EL ADIÓS DE UN CAMPEÓN

Hickstead, 15 años, semental castaño oscuro, holandés de sangre caliente y ascendencia Holsteiner, y sin ningún tipo de discusión el mejor caballo de saltos de la historia... Su muerte en el transcurso de una competición, el pasado domingo en el Gran Premio de Verona, conmocionaba al mundo hípico al punto que, desde entonces, su nombre es titular incuestionable en foros y publicaciones especializadas. De su trayectoria y premios, que le llevaron a convertirse en el más laureado y considerado de los caballos del circuito mundial al tiempo que consagraban a su jinete, el olímpico canadiense Eric Lamaze, entre la élite internacional, da cuenta el número uno que hasta su muerte ocupó en el ranking de la Federación mundial de Cría de Caballos de Deporte y en su correspondiente listado por razas. Su palmarés, que firmaría sin dudar cualquier competidor de gran clase, destaca a Hickstead como el gran vencedor de los Juegos Olímpicos de Hong Kong en el año 2008 o el indiscutible triunfador de los Juegos Ecuestres Mundiales de Kentucky en el 2010, donde su papel en las distintas montas en competición le valieron la consideración y el título de 'Mejor caballo del mundo'.

De lo que fue su vida, disciplina, nobleza y excelentes cualidades avaladas por los éxitos en el gran circuito, dejaba constancia el propio Lamaze el pasado domingo cuando tras completar el recorrido previo en Verona, cuarta prueba puntuable para la Copa del Mundo, descabalgado e impotente asistía entre lágrimas a la agonía de su caballo desplomado sobre la pista.

La versión forense de su muerte súbita, captada y retransmitida al detalle por televisión, habla de un posible fallo en la aorta que puso final a la historia viva de un campeón, desde ese momento parte de la más gloriosa historia del deporte mundial.

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