Opinión

Lo del beso y lo otro

Vaya por delante que Rubiales me parece un descomunal cretino, un gañán merecedor de una rígida auditoría de comportamiento y gestión al que alguien debería señalar  de una vez la puerta de salida. Vaya por delante,  teniendo en cuenta además que no es semejante macarra espejo en el que reflejar ni uno solo de los valores deportivos de los que el macrocortijo federativo que dirige debiera presumir y bajo su ala carece. Aceptemos, además, el valor del consentimiento en actos como su estúpido gesto de felicitación a Jenni Hermoso y el devastador efecto provocado sobre el brillantísimo triunfo en el Mundial. Recojamos también y con la importancia que merece aquella a la que han señalado como “víctima”, las declaraciones de la madrileña horas después de colgarse al cuello la deseada medalla en Australia. La todavía jugadora del Pachuca mexicano -con la selección absoluta desde 2011- cerró cualquier tipo de debate desde Sídney calificando de “gesto de cariño y agradecimiento” el vergonzoso subidón del morreador  impenitente que se han empeñado en etiquetar de abuso, acoso y forzada violación de derechos.

Campeona “del puto mundo”, fan de Camela, de los chihuahuas y los bocadillos de mortadela, la de Carabanchel ha intentado evitar cualquier tipo de polémica negando su entorno que la jugadora se sintiera agredida por el gesto. “No me ha gustado, pero ¿qué hago?”, confesaba entre bromas en el vestuario con sus compañeras, rechazando después participar del forzadísimo vídeo de las disculpas del canarión.

Improcedente, patoso y cateto. Resulta tan zafio, bruto e indignante, o incluso más, el automagreo de paquete desde el palco de autoridades de las que forma Rubiales parte, un gesto que define a las claras a un personaje que no satisfecho con sus soberbias meteduras de pata dedicó esa misma tarde en una radio deportiva, entre las risas y estúpidos comentarios al otro lado -”hay más tontos que ventanas” jaleaban Juanma Castaño y Manolo Lama al tonto del “Rubi”-, al tiempo que este repasaba el vulgar vocabulario con el que acostumbra a dirigirse al círculo de necios que aplauden sus diarias gracias en una Federación que desde su llegada ha visto triplicar sueldos, dietas y gastos de representación.

El de la Federación, con un salario cuatro veces superior al presidente del Gobierno, percibió en el año 2022 un sueldo bruto de 675.761 euros, con una subida de 41.000 respecto al año anterior, además de una modesta ayuda a la vivienda de 3.000 euros brutos al mes -36.000 al año-, una “discreta” recompensa por avergonzar al deporte que representa  a la que unir lo generado por su cargo como vicepresidente de la UEFA -alrededor de 250.000 euros más-.

Obligado a pedir lógicas aunque tardías disculpas, mucho está tardando ya en irse el cateto al que ayer mismo el presidente del Gobierno pidió mucho más que un vídeo de lamentos, y no precisa y únicamente por el inoportuno y absurdo beso en la boca a Jennifer Hermoso.

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