Opinión

DEMANDAS

E xigieron el abandono de Papandreu en Grecia y forzaron la marcha entre abucheos de Berlusconi en Italia, mostraron sus dudas sobre la caducidad del gobierno Rodríguez Zapatero y sólo un sorprendente cambio de tendencia evitará que sea Mariano Rajoy el que asuma la responsabilidad de formar nuevo Ejecutivo en España a partir del próximo domingo. De poco sirvió al primero su llegada hace sólo dos años respaldado por una mayoría absoluta incuestionable siguiendo el camino iniciado por su padre en 1981, ser miembro de una saga de políticos griegos o la moción de confianza que precedió a su renuncia la pasada semana. De nada valieron al segundo desplantes, prepotencia y fortuna personal o haber sobrevivido a larga suerte de escándalos y a una vida privada tan desenfrenada e inmoral como polémicas sus declaraciones y desplantes. Al tercero, su marcha sirvió para vivir en carne propia las negaciones de su entorno, esconder la cabeza entre las alas y resguardarse del chaparrón aun a riesgo de empaparse en el intento. Semioculto por los suyos en campaña, ahogado por la paupérrima gestión de la crisis, la presión de los mercados, la incertidumbre social y la insostenible en la presidencia desde el reconocimiento de una agonía mucho antes por todos que por su propio ego.

El balance de los entendidos, entre los que yo en alarde de sinceridad reconozco no encontrarme, habla del castigo de mercados e inversores a las debilitadas economías europeas, al tiempo que demandan ajustes y reformas mucho más allá del 'sacrificio' público y político de los líderes. 'Es como ver descarrilar un tren a cámara lenta', decía hace no mucho el economista Nouriel Roubini, el 'doctor catástrofe' que en su día predijo la crisis de 2008. Y no le falta razón, aunque en este caso en las vías de la zona euro no haya estaciones de refresco.

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