Opinión

EL MADRIDISMO Y MOU

No soy el mejor del mundo, pero creo que no hay nadie mejor que yo'. De poder tan omnímodo como en muchas ocasiones insultante, más incluso tras la marcha el pasado año de Valdano, el único que podría haberle hecho al menos un poco de sombra; provocador, terco y prepotente, obstinado, tan escasamente diplómatico como extremadamente religioso, ególatra y perfeccionista... Jose Mourinho dirigió ayer una carta abierta al madridismo en la que, con la web oficial del club como plataforma, desmentir su marcha o al menos la intención de hacerlo y dejar buena parte de la peculiar filosofía que ha hecho del portugués santo o demonio según funcionen o no las forzadas campañas de apoyo iniciadas por el club. En su carta, toda una declaración de intenciones a modo de las que ya hiciera en su día como entrenador del Chelsea, amén de declarar su madridismo lejos de dudas y malintencionadas interpetaciones, Mou enfatiza con reforzada vehemencia el espíritu que dice haber encontrado en el club, halaga a los que mandan o debieran hacerlo y recita de carrera sus ya conocidas citas sobre la hipocresía, el fútbol y su tormentoso paso por la Liga española. De su camino en la Premier queda la frase que precede muchos de los artículos que analizan su indomable carácter, 'Dios, y después de Dios, yo', y de su conocida afición por la Biblia como evasión y pausa reflexiva los pocos momentos en los que permite salga su lado más humano. En las antípodas de entrenadores que, como Guardiola -que también manda, y mucho, en el Barcelona- han creado un estudiado perfil de carácter y actitud, el técnico de Setúbal ha logrado que en el Madrid pocos sean los que le discutan aun a pesar de ser ya muchos los que, sin atreverse todavía a participar en el debate, cuestionen las formas y estarían dispuestos a abrirle la puerta cerrándola a su paso.

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