Opinión

Russell Reno y sus dioses fuertes

El gurú máximo de esa novedosa, audaz y peligrosa derecha radical que está en pleno auge en todo Occidente, no es otro que el filósofo y teólogo estadounidense Russell Reno. La biblia de Reno, paladeada en los salones y seminarios de los nuevos think tanks ultras pero cultos es “El retorno de los dioses fuertes”. No debe faltar ese libro en ninguna conferencia o seminario de Disenso (la fundación de Vox) o de los demás cenáculos intelectuales del gran entramado construido en torno a influencias como las de Steve Bannon o Viktor Orbán, siempre bajo la atenta vigilancia de las multimillonarias organizaciones de la Iglesia Ortodoxa Rusa, conectadas con varios de los principales oligarcas del Kremlin, como Maloféyev y Yakunin.

El acierto de Reno, que le ha llevado a vender tantos libros, es presentar su particular revuelta contra el mundo moderno como si sólo se tratara de una enmienda a la totalidad de las décadas que van desde 1945. De hecho, se refiere a todo este periodo como la era del “consenso de posguerra”, en el que, según él, equivocadísimos liberales como Popper y Hayek nos empujaron por la pendiente de la devoción a los “dioses débiles” de la tolerancia, la apertura, el pluralismo político y la diversidad cultural, el libre mercado o el respeto a las minorías y al individuo. Pero cuando Reno traza su alternativa de sociedad se ve que, en realidad, no le basta con retroceder al final de la Segunda Guerra Mundial, pues los “dioses fuertes” que ansía restaurar son los que fueron cediendo ante el empuje del mundo liberal a partir de la Ilustración, o incluso del Renacimiento, y con la eclosión también de los valores burgueses en lo que Deirdre McCloskey llama la “era del florecimiento”.

La crítica a Popper y Hayek, no por educada y correcta resulta menos agria en el fondo. Al primero le hace responsable de la multiculturalidad y de la coexistencia en la sociedad de todo tipo de minorías, ya sean etnoculturales, sexuales, místicas u otras. El pluralismo en cualquier campo es para Reno un “dios débil” en comparación con la unidad y similitud de los miembros de la sociedad. Quiere clones culturales. A Hayek, a quien parece respetar algo más que a Popper, le cree culpable de que se haya generalizado la preferencia por órdenes espontáneos, sacando el concepto fuera del ámbito económico. Repudia lo que ve como un exceso de libertad y falta de correlación con un plan nacional general. En los dos ámbitos, filosófico y económico, Reno detesta lo que ve como una suerte de libertinaje favorecido por la ausencia de fundamentos metafísicos. Para él, el “consenso de posguerra” es casi acracia y, al carecer de valores absolutos y de mitos fundacionales y sólidas columnas vertebrales ideológicas, genera vacíos que pronto llenarán elementos indeseables. La consecuencia es el debilitamiento social y la falta de solidaridad, no sólo económica, sino en todo. Así, la falta de cohesión social y cultural termina beneficiando a los portadores de ideas y valores incorrectos. 

Cuando Reno habla de metafísica se refiere en realidad a creencias sobrenaturales. Cuando invoca “dioses fuertes”, el primero que menciona es la “verdad” y no deja espacio para cuestionar cómo se adquiere, pues el profesor americano se mueve en el ámbito de los valores absolutos y de las ideas básicas inmutables. Lo único novedoso en él es su talento expositivo para no parecer un trasunto de los ideólogos que dieron pie al fascismo y al nacionalsocialismo. Intenta diferenciarse de ellos, pero el modelo de gobernanza correspondiente a su visión se les parece mucho. Nos acusa a los liberales de haber permitido, por miedo a recaer en esos totalitarismos, que florecieran en cambio el individualismo y el atomismo derivados de la “falta de absolutos”. Es entendible que un teólogo piense de esa manera, pero la pregunta del millón de dólares, que debe formularse a Reno y, en general, a todo el nacional-populismo y a todos los adalides del “post-liberalismo” de derecha radical, y de unas sociedades gobernadas de forma “iliberal”, es cómo pretenden conseguirlo sin coerción política. Eluden siempre esta cuestión. ¿Cómo puede hacerse realidad esa vuelta de los dioses fuertes, es decir, la generalización en la sociedad del conjunto de valores y creencias que a ellos les parecen incuestionables, sin recurrir a un Estado altamente intervencionista y policial, en una dictadura que sea altamente proactiva en su ingeniería social? Me parece evidente que no se puede, y también que a ellos no les importa, pues no les duele ejercer coerción sobre los individuos vía Estado, ni aplastar la diversidad de todo tipo, que tanto les estorba. A fin de cuentas, ellos se creen en posesión de la verdad frente al “opresivo aperturismo” de las sociedades liberales (palabras literales de Reno), y frente a la disolución social de la que culpan a Popper y Hayek o, en realidad, a todo el pensamiento liberal. Pero ese sistema de ideas filosóficas, económicas y de gobernanza social llevó a Occidente del oscurantismo a la era espacial, y Reno podrá escribir bestsellers pero no puede demolerlo.

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