Opinión

Entre un hombre y una mujer hay una guerra

Ysí, voy a meterme en este charco, a despecho de que me pongan a parir ‘los’ de la violencia de verbo. También ‘las’, en adelante, así ahorraremos caracteres ¡Fuego va!: Las mujeres siempre han mandado en el mundo. Punto. Así fuese a través de hombres interpuestos. Y los hombres somos de Marte, coma, el impulsivo dios de la guerra. 

Ahí están Adán y Eva. Ester y el rey Asuero. Sansón y Dalila. Salomé y el rey Herodes. Perón y

Evita. El prelado español y Francesca Chaouqui, la Mata Hari vaticana, experta en ‘asuntos reservados’. Ahí está el refrán: Dos tetas tiran más que dos carretas. Y sí, ahí están las cárceles, repletas de hombres violentos (9 de cada 10 reclusos son varones); y los suicidios (apenas 1 de cada 4 son mujeres). Violencia pues masculina. Y, sobre todo, ‘auto violencia’. 

Pero en este país del carajo (dicho sea sin intención), si una mujer tira a dos hijos por la ventana y luego se suicida –como pasó hace unos días en Gerona- todo se vuelve camuflar lo deleznable. Sus allegados que si ‘sufría una depresión’, su psicólogo que a lo mejor lo hizo ‘para no dejarlos huérfanos’, hay quien habla de ‘triple suicidio’ -¿acaso se tiró tres veces?-, y hasta quien le llamaría ‘balconing’ al asunto, sin cortarse un pelo. ¡Ay!, pero si lo hace un hombre, la cosa no tiene nombre. O sí: ‘es violencia de género’. 

Antes de las elecciones (si fuese hombre se la comerían viva) despellejaron a Marta Rivera de la Cruz porque dijo que ‘es tan grave que un hijo vea cómo su padre mata a su madre que el que vea cómo su madre mata a su padre’ ¡Cuánta razón llevaba! Es de Lugo. Es escritora. Y sabe defenderse por sí sola. Leed si no su artículo: ‘El BNG, Rosalía y las camelias en Padrón’, donde ponía a feder a una femitonta falapalla. Seamos implacables, intento exponer, pero seamos imparciales. ¿Qué me decís, por ejemplo, de la ‘depresión post parto’ que con espeluznante frecuencia da con bebés en contenedores y albañales? ¿Qué de los hombres muertos a manos de sus señoras -este año van ya 12, que se sepa-, alguno incluso invidente?

‘Entre un hombre y una mujer hay una guerra’. Lo dijo otra mujer: la rusa Svetlana Alexiévich. Flamante premio Nobel de literatura. Narra en uno de sus libros que una mujer de Chernóbil amaba tanto a su marido contaminado -‘un monstruo al que se le salían las entrañas’- que le hacía el amor en su cama del hospital porque era el único momento en que no se retorcía de dolor. Lo cuenta en ‘Voces de Chernóbil’ y dice que la mujer en cuestión le recriminó el que hubiese cambiado en la historia su apellido: ‘¡No me quites mi nombre, no me avergüenzo de amar a mi marido!’ 

‘¿Podría una mujer española amar a un monstruo así?’, se pregunta Svetlana Alexiévich en la entrevista que le hicieron. Que le contesten nuestras ‘positivamente discriminadas’. Yo, un tira-letras cualquiera, lo que me pregunto es lo siguiente: ¿hemos de llegar al disparate de tener que pedir perdón por los cromosomas con que la naturaleza nos ha diferenciado? Y me respondo: no. Y no he de callar, por más que con el dedo, silencio avises o amenaces miedo… (Leeros a Quevedo, coño)

Empapados en árnica, con tirita incluida -por si os hacen pupa como dardos- estos son mis pareceres: la justicia no puede tener género. A partir de ahí, si hace falta dejar clara mi repulsa, ¡cadena perpetua! para los que procuraron, amaron y, ellos sabrán por qué, luego mataron a sus parejas o a sus hijos. Pero nunca en razón de su testosterona. Hembra y macho han de conformar un solo machihembrado penal. Estos son mis pareceres, repito. Y si no os gustan ya lo siento. No los cambio. Que yo no soy Groucho Marx. 

Hoxe e sempre, paz os homes (e as mulleres) de boa vontade. Feliz 2016.

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