Opinión

¡Que priority nin priority!

Hace años llevé a bordo en helicóptero a Miquel Barceló. El gran pintor mallorquín. Yo no tenía ni puta idea de quien era. Lo había invitado a volar el jefe del servicio contra incendios forestales y cuando, lápiz en ristre, lo vi tratando de plasmar en instantáneas su estudio-mansión “La Dehesa de Ferrutx”, allá por la Colònia de Sant Pere, le pasé mi cámara de fotos y juzgué que estaba majareta. ¡Papelón! 

Al aterrizar, me regaló un libro –lástima no hubiese sido un cuadro-: “Queridos mallorquines”. Retrata a la perfección la forma de ser de aquellas gentes: saludan ‘uep’, dicen: ‘ya te diré cosas’ cuando sabes que no van a decirte ya más nada (‘xa falamos’, que decimos por aquí), se sientan a tomar el fresco mirando hacia la puerta de su casa, llaman ‘forasters’ al resto de los españoles así anden por Madrid, y son bastante más tortuosos que nosotros atendiendo el teléfono: “¿Diga?” “¿Me puede poner con Margalida por favor?” “¿Qui és vostè?” “Soy Julio Dorado” “¿Por quién pregunta?” “Margalida, por favor”… Silencio. “¿Margalida ha dicho?” “Sí, señor”… Nuevo silencio. “¿Margalida qué?” “Margalida Fiol”… Pausa. “¿Qui le quería?” “Es un asunto personal” “¡No hi a cap Margalida, aquí!” (¡No, aquí no hay ninguna Margalida!). Tiene cojones.

Allí pasé la campaña contra incendios haciendo submarinismo, comiendo ‘guatleres’ (codornices) a la brasa y conjugando el verbo eterno con las guiris alemanas. Y el único fuego serio en que hube de intervenir fue el día en que se quemó la base donde estábamos los de la brigada contra incendios. A lo mejor algún día se lo casco. Uff… 

Entretanto, oído al tambor, y a la mala baba, de una lusitana de armas tomar. Y mostacho de cuadrarse. Tal como os lo cuento. Fue en verano. Calor. Cansancio. Hambre canina. Y el ‘Racanair’ en la plataforma del aeropuerto de Oporto averiado. Y el tirillas haciéndose el irlandés, o el sueco, en el mostrador mirando los biosbardos. Ni dios informaba nada: ‘Delayed’, eso era todo. Y así hasta la madrugada.

¡Aleluya! De pronto empezaron las prisas: ‘Embarquen urgentemente por la puerta tal’, pasaportes a la vista, primero lisiados, niños y ‘business class’ (que para mí tanto montan). Y claro, la portuguesa que llevaba 6 horas plantada frente al mostrador de embarque, de primerita, no quería perderse el maillot amarillo al llegar a la meta de París. Y el tirillas: “Senhora, primeiro tem que pasar os de Priority”. “Pois não. Eu levo aquí 6 horas. Pronto”. “Mais a senhora não ten Priority”. “Pois a min ninguen me dixo nada”. “Pois, pero eu acreditei que a senhora tiña Priority”. “Pois você não tem que acreditar, tem que saber”. Y así. Y allá por mitad de la fila, otra sufridora que salta haciéndole coro: “Pois a senhora tem razón, que en todas as companhías dan ‘sandiches’, refrescos, ‘galetas’ e aquí ninguen deu unha merda, pa”. Y el tirillas: “Pero a senhora não ten Priority”. “¡Priority nin Priority! ¿E eso que é?” Y un VIP engalanado de ‘Lacoste’: mostrándoselo: “E un papelinho tal que asín”. Y la señora: “¿Un papelinho?, não obrigada, que eu xa fixen ‘cocó’ na casa”. Y el personal de ‘Racanair’ (o sea, 2) atrincherándose: “Pois como a senhora não se aparte chamamos a ‘polísia”. Total: la del bigote, emputecida, se va para el final de la fila, se sube la ‘saia’ de Carolina, enseña en lagarto y vocifera: “¡Queres ver o Priorty! ¡O Priority tenhoo aquí pa, olla!” 

No me digáis que este paisanaje no os recuerda un poco a nuestra gente. Claro que, con cerdos, grelos, vino, mujeres como las nuestras y los mil ríos, a mí tampoco me importaría ser talibán. Al menos, en Kandahar, aparcaría el borrico a mi albedrío… ¿Os he hecho bosquejar una sonrisa? De eso se trata esta vez. Me encantaría. ¡Eso sí es Priority!

Te puede interesar