Opinión

Tomás Fernández Fernández

Los osos panda son animales normalmente solitarios, aunque periódicamente se juntan entre ellos por amistad. Su mayor actividad se desarrolla durante la salida y la puesta del sol, pasando la mayor parte del tiempo restante durmiendo en bosques de bambú. Marcan su territorio, de este modo evitan conflicto al no utilizar áreas compartidas del mismo. 

Este adorable animal, que probablemente esté degustando bambú en una posición muy cómoda para él, es un mamífero que puede alimentarse de peces, insectos o pequeños mamíferos, aunque su alimento preferido es el bambú.

Tomás Fernández Fernández es un personaje tranquilón, bonachón y, aunque no coma bambú, si masca continuamente chicle, lo que le infiere cierto movimiento a su maxilar muy parecido al del panda.

Si por su comportamiento y paciencia, caracterología o por su dulzura de imagen fuere, a Tomás Fernández un jurado celestial no tendría ninguna dificultad en declararle santo. Porque Tomás es la persona más tolerante, paciente y dulce que he topado en mi vida.

Tomás, que nació en un mes de agosto y que es padre de Isabel, Emma y Ana Marina Fernández Alvar,  quedó muy joven viudo. No exento de una fuerte voluntad, muy responsable y trabajador incansable, dedicó los últimos 18 años a sacar a sus hijas adelante, siempre con la ayuda y complicidad de sus tres mujeres que como el dice, ahora ejercen con el de protectoras madres y que de él dicen que es tranquilo, cariñoso: “Siempre que necesitamos algo deja todo lo que está haciendo y viene en nuestra ayuda”.

Tomás es un tipo peculiar. Músico vocacional, le gustan muchos estilos musicales, desde el jazz, el rock de los 60, 70…, hasta los boleros, bossa-nova, etc. Es muy fan de Elvis Presley y los Beatles. Cuentan sus hijas que, cuando eran pequeñas, cada vez que abrían un armario encontraban discos y María Elena (su madre ) siempre se quejaba de que no tenía donde guardar los manteles y las vajillas. Tomás es una enciclopedia musical,  un pajarito me dice que cada vez que va alguna visita a su casa, sea del mundo de la música o no, con mucha efusividad y entusiasmo siempre termina poniéndoles un concierto o una actuación de las que a él le apasionan.

A Tomás Fernández le gusta el color azul o negro, come de todo menos fabada o algo que lleve vinagre; no soporta la prepotencia y su manía es que siempre tiene que poner el lavavajillas con el mismo orden de platos y vasos.

Tomás, por su nobleza y buen humor, siempre es capaz de sacar una sonrisa. A mí me recuerda al cantautor y músico callejero Glen Hansard y Markéta Irglová, en “Once” (Una vez) donde en un encuentro casual en la calle con una inmigrante checa que subsiste en Dublín gracias a la venta ambulante de flores, surge la química entre dos personas sencillas que encuentran en la música su vía de escape 

A Tomás Fernández le conozco desde que era casi un niño; allí en Sáenz Díez le vi crecer y fundar esa familia de la que él tan orgulloso se siente. Desde hace un tiempo, la música volvió a reunirnos en nuestro grupo de Fontevella donde todos los lunes, además de hacer sonar sus cachivaches, este santo barón, amigo fiel y padre impecable siempre incluye como buen rey mago grandes dosis de paz entre todos los que no poseemos su especiales cualidades: la nobleza y la paciencia. Tomás, nuestro ¡rey de la amistad! 

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