Opinión

Delito de odio

El Tribunal Supremo acaba de condenar a un año de cárcel y seis de  inhabilitación a un cantante por unos tuits agresivos contra Carrero Blanco y por pedirle aparentemente a ETA y los GRAPO nuevas acciones terroristas. Dado el estilo provocativo de César Strawberry, pintor, escritor y líder del grupo de música rap-ratonera Def con Dos, había sido absuelto antes por la Audiencia Nacional, que les vio intención alborotadora, rupturista y bromista de mal gusto, carácter que, en nombre de la libertad, no castigó.

Una nieta de Carrero Blanco, el primer ministro de Franco asesinado por ETA en 1973, protestó esta semana contra la condena a otra tuitera por hacer chistes sobre el atentado a su antepasado. Previamente se había archivado el caso de un antihigiénico okupa, concejal de Podemos en Madrid, que se reía de las víctimas del Holocausto y de Irene Villa, víctima de ETA. Sin embargo, hace pocos días feministas radicales pedían aplicarle a este cronista la legislación “contra el odio”, creyendo que podría acarrearle cárcel, por señalar que el primer asesinato de una mujer este año en España fue facilitado por su propia imprudencia. Uno de los argumentos de Supremo contra Strawberry es que con sus textos contribuye a “crear odio”. Lo mismo que decían algunas extremistas de este cronista. Peligrosísimo argumento contra la libertad que usan con éxito los islamistas en numerosos tribunales europeos para callar a quienes critican partes del Corán y los Hadizes que sus fanáticos interpretan como llamamientos al terrorismo.

Las leyes que persiguen la “creación de odio” cuando se contradice lo políticamente correcto, usa el sarcasmo, o hiere sentimientos, incluyendo los religiosos, resultan suicidas: empiezan aceptándose con comprensión y acaban creando inquisiciones, dictaduras que guillotinan las libertades de conciencia y expresión.

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