Opinión

GRACIAS, ALEMANIA

En uno de esos artículos de prensa tan alemanes, tan profundos, pesados pero certeros, Ulrich Clauss, articulista del respetado 'Die Welt', advierte que en los países del sur de Europa se esconden las consecuencias de la corrupción culpando al rigor y honradez que exigen los países del norte abanderados por Angela Merkel. Clauss advierte que hay una gran diferencia moral entre la cultura política del norte y la del sur, que invita a este, cuando las cosas van mal, a presentar en sus medios, incluso serios, a la estricta Merkel con bigotillos hitlerianos. Y donde se insulta a los alemanes que han acelerado la prosperidad de España, Portugal, Italia, Grecia y Chipre.


Tiene razón el analista, al menos en el caso de España, país que se adhirió a la entonces CEE en 1986 y un año después comenzó a recibir las ingentes ayudas del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER). 'Pagan los alemanes', decíamos, al ver cómo se transformaban radicalmente las infraestructuras del país, trenes, autovías, puertos, aeropuertos, edificios. El dinero siguió llegando tras el Tratado de Maastrich, la Política regional de la Unión Europea (UE), los fondos agrarios; y es tanto, que nos creemos ricos y exigimos más. Andalucía, Asturias, Islas Canarias, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Extremadura, Galicia, Murcia, Comunidad Valenciana y Ceuta y Melilla reciben las ayudas, cuyo principal aporte es alemán.


Y los alemanes están hartos de robos y corrupciones, de los ERE, de subvencionar aeropuertos fantasma, AVE inútiles, de cajas de ahorros manejadas por saqueadores al servicio de los políticos que vivían de esos escaparates y de sus comisiones. El puritanismo alemán está dándole una lección al desordenado sur de Europa, que disculpa el robo de los fondos públicos, porque 'no son de nadie', decía una ministra.

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