Opinión

Terceras elecciones

El próximo 12 de diciembre de 2016, lunes, tras las elecciones generales del día anterior, terceras con las fallidas del 20D de 2015, los españoles supieron que no iban a pasar por cuarta vez por las urnas para encontrar gobierno: Mariano Rajoy había obtenido la mayoría absoluta, como en 2011.

Pero esta vez no con 186 diputados, sino con 212, diez más que el imponente PSOE de Felipe González de 1982, premiado tras la Transición y el golpe de Estado de Tejero.

Ahora, de los 350 diputados del Parlamento, el PSOE había caído a 55, Unidos Podemos a 30, Ciudadanos a 25, y las minorías nacionalistas e independentistas sumaban 28.

Dos partidos constitucionalistas, el histórico PSOE, y el joven centro de Ciudadanos, habían sido tan torpes que, tras creer que esquivaban a ese raposo en la escalera que era Rajoy, cayeron en el rellano y resultaron sabrosas gallinas en pepitoria.

Los españoles habían preferido el popular olor de corrupción que exponerse a las guillotinas purificadoras que prometió usar Unidos Podemos (UP) el 26J, cuando Pablo Manuel Iglesias Turrión, Robespierre-Lenin-Stalin-PolPot, los asustó prometiendo que, según los sondeos a pie de urna, gobernaría en coalición con el ventrílocuo PSOE de Pedro Sánchez.

Si en diciembre de 2015 el PP había fracasado al caer de la holgada mayoría de 2011 a 123 escaños, el 26J de 2016 se logrado un éxito relativo al llegar a 137, mientras bajaban los demás, menos los independentistas catalanes.

PSOE y Ciudadanos siguieron negando su apoyo por acción u omisión a un gobierno de Rajoy, y el rey tuvo que convocar las terceras elecciones.

Gracias a las cuales Rajoy ganó y llegó a anciano, centenario ejerciente en 2055, ganando elecciones, una tras otra, siendo ya reina Leonor de Borbón Ortiz.

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