Opinión

La Yihad de los tróspidos

Aunque murió hace 107 años muy discutido por sus ideas sobre la relación existente entre los rasgos del rostro y la conducta de su portador, Cesare Lambroso vuelve a ser reconocido por genetistas que estudian las coincidencias del ADN de los terroristas y la tosquedad de sus rostros, superior a la media de la gente común.

Lombroso analizaba a los delincuentes, cuya criminalidad relacionaba con tendencias innatas, físicas y biológicas, visibles en la forma y constitución de las orejas, cejas, la mandíbula, la asimetría craneal. En España, Gregorio Marañón hizo un estudio en Las Hurdes, poco después de la muerte de Lambroso, que reveló que la fealdad de muchos habitantes surgía de la pobreza, pero también de su aislamiento y endogamia; porque los allegados tenían hijos entre ellos, lo que producía abundantes taras físicas, psíquicas y genéticas.

Alfonso XIII visitó aquellos lugares después junto con Marañón y creó un plan que, seguido por los regímenes posteriores, normalizó el territorio, que hoy es un lugar con habitantes y género de vida similares a los del resto de España.

Divulgar las causas del fenómeno de los terroristas feos, sobre el que hay abundante literatura científica, es políticamente incorrecto porque afecta especialmente a culturas endogámicas. El blog coruñes Hematocrítico contaba cómo nació el término tróspido en una conversación: “Pódeste casar coa túa prima, pero sáenche os fillos tróspidos”. Está ocurriendo en el mundo del yihadismo, del terrorismo islámico, en el que los asesinos son por lo general tróspidos, producto de coyundas genéticas prohibidas desde Moisés en el mundo judeocristiano.

Pero aprobadas por Mahoma, lo que ha provocado que la tasa de casamientos entre primos alcance el 35 por ciento en el mundo islámico, siendo del 70 por ciento entre los paquistaníes.

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