Opinión

Por debajo de la mesa

Si bien la famosa Mesa de negoción bilateral Gobierno-Generalitat con la que nos han estado adoctrinando durante meses, ha acabado produciéndose –el presidente del Gobierno acude a Barcelona para encontrarse con el presidente de la Generalitat escenificando una ceremonia pomposa de las que a ambos les gusta protagonizar-, a muchos nos asalta la duda razonable de si este despliegue diplomático va a servir para algo que realmente pueda aplicarse al tratamiento del futuro catalán como integrante o no de la comunidad nacional. A muchos nos parece impresentable que se otorgue a este encuentro un rango similar al de una visita de Estado, y también se nos antoja desmedido que sea el presidente del Gobierno español el que viaje a Cataluña para llevar a cabo esta reunión. Arropado por un séquito de tomo y lomo y seguido por una tira de ministros que se sentarán a una mesa con sus iguales de la Generalitat, el presidente Sánchez no renuncia a obtener de este episodio ligeramente grotesco, un rédito político que le hace falta más que el comer y eso que hasta el lunes no decidió su presencia. Teniendo en cuenta que el presidente Aragonés ha resuelto excluir de la dichosa mesa a los militantes de Junts ante la petición de incluir en el lote a los Jordis recién indultados por el propio Sánchez, se puede pensar que esa mesa se escenifica tocada del ala, y que no va a valer para otra cosa que para cultivar el acuerdo tácito obtenido por PSOE-UP y ERC que desembocará en un principio de acuerdo para aprobar los próximos presupuestos.

En todo caso, ciertas señales en el aire podrían suponer que la mesa se reúne en un ámbito de precariedad. El bloque independentista está claramente dividido, y el bloque gubernamental tiene problemas encima de la mesa mucho más acuciantes que el de resolver el político de Cataluña. Del lado catalán se advierten situaciones que trasladan incertidumbre. La ausencia de Junts, el frenazo a las inversión de 1.700 millones de euros para el aeropuerto del Prat, la baja asistencia popular a la Diada, e incluso el fracaso del Barça ante el Bayern, son argumentos que no ayudan nada. Del otro lado, las tarifas eléctricas y los disparates de Sánchez sobre las vacunaciones, han anegado el campo. No parece que la mesa arregle nada pero hay que ir a Cataluña. Aunque sea a comer mongetes y escalivada.

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