Opinión

El diálogo discreto

Ahora que la designación de un presidente para la Generalitat de Cataluña ha entrado en bucle y no sabremos -a mí particularmente me interesa de manera muy relativa- quien será el elegido aunque todos nos olemos que será un degradado Artur Mas dispuesto a tragar con todos los carros y las carretas de una película del Far West, cumple poner el punto de mira en la arriesgada apuesta de Podemos que se ha ido de safari para cazar elefantes blancos con los que otorgar cierto fuelle mediático a una opción política que se está diluyendo en su propia y casi anunciada inconsistencia. 

Pero si bien Podemos es muy dueño de andar lanzando al aire ofrecimientos e incorporando a sus filas los personajes que los recogen, no es tan disculpable el tratamiento que desde la cúpula del partido se dispensa a los que no quieren, como ha ocurrido con el juez Castro, el instructor de la causa Noòs es el juzgado de Palma, que ha rechazado la invitación. A riesgo de recibir una oleada de críticas y deserciones de quienes se iniciaron en el partido por la vía del viejo proyecto, Pablo Iglesias ha aplicado la vía del famoseo para resucitar sus expectativas, y serán los votantes quienes le digan si ha estado acertado o errado al poner en práctica ese método. Pero lo que en modo alguno puede hacer Pablo Iglesias es convertir en pública esa repuesta y manipularla a su antojo. Ahora que el juez Castro se le ha negado, Iglesias ha practicado con él un comportamiento desleal. Ha explicado a los cuatro vientos que el juez ya le ha dicho que está con ellos, que nada le gustaría más que incluirse en la candidatura pero que comprenda que, para su desgracia, no puede hacerlo. Entraría en incompatibilidades y se vería obligado a abandonar su carrera. Pero que, vamos, que lo de votarles es un hecho. Lo dicho, que está con ellos.

Si yo fuera el juez Castro que no lo soy por fortuna, probaría a meterle mano a Iglesias porque ha puesto en circulación un diálogo que debería ser secreto o al menos, discreto, y porque ha dejado sin efecto la libertad del juez Castro para votar lo que quiera. Coleta morada no deja lugar a dudas y ha sentenciado que su señoría el juez que les ha dicho no les votará sin embargo a ellos. La cosa es utópica desde luego, porque es un aforado y porque no va a existir requerimiento, pero se lo merece. Más por bobo que por torticero.

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