Opinión

El fin del sainete

El previsible final que los errores del ya ex ministro Soria le han otorgado a su carrera política clausuran definitivamente las ya de por sí muy escasas posibilidades de que los dos grandes partidos alcanzaran un pacto de gobierno que permitiera ahorrase unas nuevas elecciones. Se trataría, y en eso parecían estar de acuerdo los personajes que a uno y otro lado de la frontera secundaban el consenso, de un pacto de mínimos capaz de desatascar determinados asuntos de marcado interés que lo dotarían de cierto contenido teniendo en cuenta que la razón apostaba por una legislatura corta, cogida por alfileres y exclusivamente dispuesta para otorgar continuidad a un calendario de reformas inaplazables acatado por los cabezas de ambas formaciones, y poco más. El país necesita que PSOE y PP se pongan lealmente de acuerdo en un protocolo de cuestiones que a todos nos afectan. Decidan qué hacer en conjunto con unas autonomías cuyas desastrosas previsiones en materia de gasto han incrementado el déficit, se planteen un desarrollo consensuado de las relaciones laborales, despejen dudas en ciertas materias de corte internacional, afronten unidos el desafío independentista y entierren solapadamente como es previsible una reforma institucional que modificara la Constitución entre otras cosas porque ahora no toca y las apetencias de la calle no lo exigen al menos en estos precisos momentos.

Pero la monumental columpiada de José Manuel Soria y sus sorprendentes lapsos de cabeza han ajusticiado las escasas oportunidades, si es que las había, de promover un frente compartido. El rey Felipe lo sabe –a pesar de lo cuál ha llamado a las partes con muy buen criterio para que nadie pueda reprocharle en un futuro que clausurara un resquicio de avenencia por escaso que fuera- y lo sabe también Rajoy con Soria descartado y el alcalde Granada atrincherado en su silla. Y lo sabe también Pedro Sánchez, y lo que sería más de agradecer, no solo sería bueno que demostrara su conocimiento sino que no tratara de postularse otra vez sin más argumentos que un nuevo y ridículo posturno. Él y sus colaboradores más inmediatos siguen abonados a los fuegos de artificio y Antonio Hernando, que es el portavoz de un trío de muy poquito calado, ha dicho que ellos no se rinden pero que no harán más por buscar acuerdos, una declaración brillantísima que nadie en su sano juicio entiende.

Los militantes de Podemos han dicho no al pacto PSOE-C’s y se acabó el sainete. A votar en verano. Don Ramón de la Cruz no hubiera firmado uno mejor.

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