Opinión

Iconos que no lo son

Cuando los políticos salen a la carretera para sumergirse de lleno en una campaña electoral, se someten voluntariamente a la tutoría de aquellos que en su partido mandan en las ciudades que visita porque no tienen posibilidad cierta de estar completamente al tanto de los asuntos que en cada una de esas plazas en las que aterrizan de buena mañana, se reúnen con la militancia, sueltan el mensaje, comen y se van a la busca y captura de una nueva cita, estén cocinándose. Acabo de leer un twit de Pedro Sánchez (a veces me pregunto por qué no escribiremos trino por la buenas que es lo que significa en inglés) en el que se manifiesta en Vigo y destaca que pasa por el “dinoseto” al que califica como “auténtico icono de esta bella ciudad”.

Prefiero pensar que alguien de los suyos le ha manifestado al oído esa condición y espero que a su paso, el candidato socialista se haya dado cuenta de la verdadera calidad del monumento. Si en esta ciudad nuestra que posee restos de presencia romana y de vieja muralla, estatuas magníficas del siglo XIX algunos debidas el espléndido cincel de Agustí Querol, edificios emblemáticos muchos de finales del XVIII, perspectivas urbanas impresionantes, una bahía incomparable, islas paradisíacas y tantas y tantas referencias más, el icono ciudadano con proyección exterior es un seto enano de hace poco más de un año, con forma de bicho de barraca, pelado y con agujeros, mustio y a punto mismo de descuajaringarse, es que estamos todos a punto de perder la cabeza y además le hemos perdido el respeto a nuestro patrimonio histórico que pusieron en pie nuestros antepasados y que de verdad define a la ciudad y la entronca con el Vigo de nuestro abuelos. Es cierto que Vigo es desmemoriada y poco respetuosa con sus tradiciones y a mí me martiriza de antiguo que no tengamos ni un mísero tranvía para que los adolescentes de Vigo sepan cómo era el medio de transporte más representativo de esta urbe nuestra desde los primeros años veinte hasta finales de los años sesenta. Pero si desde sus instancias de decisión se dan por buenos estos disparates y se fomentan, nunca aprenderemos a valorar las cosas que de verdad valen la pena.

Conviene olvidarse de anécdotas tan fútiles y perecederas como el dinoseto de marras que durará un año más si es que dura, y acordarnos de Jenaro de la Fuente, Michel Pacewicz, Casto Méndez Núñez, Pepe Elduayen o Concepción Arenal. Por poner ejemplos nobles. Los hay a mazo.

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