Opinión

LOS JUEVES, MILAGRO

El cuerpo te pide en estas fechas escribir sobre el nuevo gabinete y analizar el perfil tecnócrata y específico de este equipo que inicia el camino a la espalda de Rajoy, pero también se abre en el contexto de la actualidad, una crónica sentimental en rojo que te aboca a comentar las gesta del modesto Mirandés, un equipo de pueblo que se ha llevado por delante al Villareal y ha precipitado la destitución de su técnico. Mi abuelo, un caballero de nombre casi impronunciable –se llamaba Veremundo el bendito- fue presidente durante tres temporadas de este animoso club con domicilio en la noble villa de Miranda de Ebro, provincia de Burgos, en la que también nació mi padre que dio las primeras patadas a una pelota en el campo de Anduva cerca de la vía del ferrocarril.


Estas revoluciones hijas de la compostura y la modestia son, en suma, muy aleccionadoras especialmente si contribuyen a aligerar aunque sea de modo coyuntural y pasajero un ámbito renegrido y obsesivo que nos está pesando como una losa y que no sale de la prima de riesgo, el acoso de los mercados y la catastrófica situación económica en suma en la que un equipo de expertos en finanzas y materia tributaria va a tener que entrar a saco y no dejar títere con cabeza, Dios ilumine prontamente a De Guindos, Montoro, Báñez y Soria que han aceptado tamaña responsabilidad y a los que cabe suponer suficientemente preparados para afrontar el tenebroso escenario en el que los expertos calculan que va a representarse el año 2012. La gesta de este club de mis ancestros más queridos, inspira también la creencia en ciertas modalidades de milagro que ayudan a sospechar que el porvenir también puede ofrecerlas para todos los demás.

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