Opinión

Los males de la socialdemocracia

Los expertos en teoría política sostienen probablemente con razón, que el peso de la recuperación europea tras la II Guerra Mundial lo soportó la socialdemocracia, y que una tarea de tanta envergadura constituye un argumento suficiente para canonizarla a pesar de sus fracasos posteriores que fueron cuantiosos. La socialdemocracia fue capaz de ofrecer la confianza necesaria para que los inversores del exterior olvidaran la infernal negrura de sus anteriores dirigentes guiando de este modo la recuperación de una Alemania estigmatizada, vencida y arruinada, y fue también quien gestionó los destinos de una Gran Bretaña vencedora del conflicto pero social y económicamente desmantelada incluso sacrificando por ello al gran hacedor de la victoria en aras de un necesario cambio de ciclo. Churchill ganó la guerra y perdió las elecciones y el laborista Atlee le sucedió en Downing Street.

La socialdemocracia, que reconvirtió la ferocidad de la teoría marxista en una modalidad mucho más asumible y pragmática, se afianzó como sistema de redistribución de las rentas con especial objetivo de protección a las clases medias en una Europa que demandaba esfuerzos generosos y compartidos para superar la posguerra y que advertía con optimismo que se consolidaban poco a poco los resultados. El hijo de aquella socialdemocracia que ofreció el lecho más propicio para el milagro fue aquel joven PSOE español edificado sobre los escombros del viejo socialismo de la República y que, con el beneplácito táctico del propio Gobierno del franquismo en su etapa final y sus personajes más avanzados, se reunió en Suresnes en el 74, barrió a Rodolfo Llopis y una vez vacía la carcasa, la ocupó inspirándose y recibiendo doctrina, inspiración y sustento de los socialdemócratas alemanes.

Por desgracia, los socialdemócratas europeos han evolucionado mal y se han perdido en opciones de gobierno que han fracasado o han terminado en esperpento como por ejemplo en Italia. O se han desorientado por completo como es el caso de España, liada en una inexplicable madeja que le ha hecho perder el norte, sus necesarios objetivos, la perspectiva y su trascendental papel en la política española. Pero esa es otra historia. La antigua generación está deshonestamente aburguesada como Bono, Borrell o Felipe, y la actual no da la talla y además se comen entre ellos y matan.

Te puede interesar