Opinión

Menos responsabilidades

Los periodistas corremos el peligro cierto de subvertir el reparto lógico de los papeles sociales y creernos mucho más de lo que en realidad somos, un hábito que además de constituir una imperdonable petulancia es por añadidura peligroso. He escuchado tantos alegatos sobre el papel que deben desempeñar los periodistas en el orden social que sinceramente ya no sé a qué atenerme aunque sí estoy completamente convencido de que, de ningún modo y bajo ningún concepto, debemos aceptar roles que no nos corresponden porque asumir un rol equivocado es adquirir una responsabilidad añadida a mayores de las que ya tenemos de por sí si queremos ser honrados transmisores de las cosas que pasan. Lo prudente y razonable es contar lo que ocurre y que la autoría de lo que ocurre la asuman los que tienen que asumirla.

Con frecuencia he escuchado recriminaciones sobre la poca perspicacia que muestran los periodistas para observar y denunciar determinados comportamientos, un reproche que se repite y que es tan viejo como nuestro propio oficio. Hace relativamente poco tiempo, recibí la llamada de un amigo para criticar amargamente el silencio de los cronistas de tribunales ante el comportamiento de uno de los testigos en uno de estos procesos que están acaparando la actualidad cuyas declaraciones se amparaban en el subterfugio y en la ambivalencia. Quizá y probablemente, en la trampa… Sin embargo, sigo pensando que antes que el periodista cate con su fino olfato las estrategias del ámbito forense deberían catarlas los propios letrados que están en la sala y que no deberían tolerar que los protagonistas de la sesión se marchen por los cerros de Úbeda. A cada cual lo suyo y que cada palo aguante su vela.

No creo por tanto que los periodistas estemos para cosas que nos sobrepasan. No creo que nos competa enseñar al que no sabe porque deberíamos iniciar el proceso tratando de aprender por nosotros mismos. Ni creo que nos corresponda sermonear y echar broncas, al contrario de lo que suponen algunos dilectos colegas que intentan colocar sus propios razonamientos y amonestan desde sus pulpitos a quienes no piensan como ellos. Para liarla ya están, por desgracia, las malvadas redes sociales.

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