Opinión

Protagonismo en redes sociales

Acabo de saber que una tal Wanda Nara ha calentado hasta la combustión las redes sociales con unas fotos suyas recién salida de la ducha y, movido por una curiosidad que a estas edades que yo tengo deja de ser malsana y es incluso disculpable porque el afán que nos guía está prácticamente ayuno de impulsos libidinosos, he penetrado en la oferta para acabar comprobando que Wanda Nara es una joven sumamente atractiva que se ha fotografiado a sí misma con una toalla arrollada al cuerpo y tampoco es que las fotos alcancen un grado máximo de procacidad. La muchacha calendario “Playboy” del mes era mucho más subida de tono. Aquí es mayor el ruido que las nueces.

No tenía ni la más remota idea de quién era esta dama, aunque las grandes ventajas de la modernidad unidas a la tecnología de vanguardia nos permiten conocer las peculiaridades de cualquier biografía con solo apretar un par de teclas en cualquiera de los dispositivos que le acompañan a uno desde que amanece. Al parecer, es una muy conocida estrella de las redes sociales a cuyos seguidores -que son legión- obsequia frecuentemente con fotos en paños menores. Es de nacionalidad argentina, y fue pareja hasta hace poco del conocido futbolista del PSG, argentino también, Mauro Icardi, con el que ha mantenido una relación intermitente salpicada de sonoras broncas. Los desencuentros entre ambos han adquirido proporciones bíblicas y, como es costumbre comúnmente aceptada en nuestra época, han sido prácticamente retransmitidos en vivo y en directo por las redes sociales que ambos dominan sobradamente y en cuyo contexto se mueven como pez en el agua. Ni que decir tiene que estos episodios son seguidos por miles de personas. “Cacho pendejo, zorra, mamalón, que bruja que sos…” son algunas de las partes más sabrosas de la banda sonora que acompaña a estas tumultuosas relaciones.

Afortunadamente, el mundo discurre también por otros caminos ajenos al uso que esta nueva aristocracia de la comunicación otorga a las redes sociales, pero convendría plantearse cómo ejercer una cierta fiscalización de sus contenidos para ennoblecerlos de alguna forma. Ningún legislador se atreve a meter mano en las redes sociales para que no lo traten de inquisidor y es hasta comprensible. Pero falta, lo que se dice falta, sí hace falta.

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