Opinión

Serlo y parecerlo

El joven Ramón Espinar Merino, que se autodenomina politólogo y que ocupa escaño por la asamblea de Madrid, ha tomado por asalto la actualidad más perentoria por razones que él mismo no desea pero que sin embargo merece. Recibió una vivienda protegida que no ocupó jamás, y para  pagarla recurrió a diferentes sistemas de financiación de compleja y  muy inexplicable procedencia, porque entregó primero 50.000 euros cuando ni siquiera tenía empleo, y afrontó el resto hasta los 134.000 que era el precio del inmueble tras la obtención de una préstamo del BBV por un valor próximo a los 100.000. El banco le firmó una hipoteca que le comprometía a abonar 580 euros al mes cuando tenía 22 años y acreditaba un sueldo mensual de 450. Un año después, decidió venderlo y lo hizo por un precio muy superior al que fijan las condiciones de la Comunidad de Madrid.

Obtuvo en esta operación unos veinte mil euros de beneficio y sospecha que la conjura mediática le ha tomado como objetivo irrenunciable. El muy besugo se cree más de la cuenta y se supone tan importante como para que los poderes fácticos y los grandes grupos económicos se empeñen en destrozar su emergente carrera política. No comprende que simplemente le han pillado como pillado está su padre, diputado de Izquierda Unida y uno de los consejeros de Bankia que más uso ha hecho de su tarjeta black. Ramón Espinar padre, ha gastado por este dudoso método 174.000 euros en ocho años, y junto con el ex alcalde de Alcobendas José Caballero, y Antonio Rey de Viñas, miembro de CC.OO y presidente de la cooperativa Vitra que adjudicó los pisos, se sienta en el banquillo para responder por el uso de las famosas tarjetas. Antonio Rey de Viñas quemó literalmente la suya y entre 2003 y 2011 gastó 192.000 euros. Que cada cuál piense lo que quiera.

Una persona de mi entorno trataba de quitar hierro a las oscuras condiciones de esta venta. Afirmaba que eso lo hace mucha gente y yo estoy de acuerdo. Lo hace mucha gente  aunque esta costumbre no determine

 que esté bien hecho. Pero además, no todos son políticos y sobre todo si han pretendido convertirse en azote de corruptos, víctimas de la oligarquía y ejemplo de dignidad y transparencia. A otro perro con ese hueso.

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